Luis Ortiz R. / Muchos olvidan que el libro de texto solo es una guía para el maestro, si alguien limita una clase en el aula, colocando al libro como la columna vertebral de la clase, debería de olvidarse del magisterio y buscarse otra profesión. Todo docente experimentado, sabe que la planeación anual, trimestral, junto con un buen cronograma y un buen diagnóstico inicial, serán los timones y alerones que marcarán la ruta durante el ciclo escolar 2023.
Además, de acuerdo a los nuevos preceptos e intenciones de la Nueva Escuela Mexicana, después de la contextualización, el docente y solo él, determinará cuáles y como serán enseñados los contenidos. De acuerdo a su experiencia y necesidades, el maestro tomará del libro de texto lo que considere necesario, y por supuesto, sobre la marcha detectará y corregirá los errores garrafales, o como les llama Marx Arriaga, las “áreas de oportunidad”
Sin embargo, el peligro radica en que sus contenidos se politicen y sirvan como una plataforma que adoctrine al alumno, como un posible apoyador y votante a futuro, de los promotores de los libros de texto. Además, no parece justo ni ético, que, en la elaboración de los libros de texto, se hayan pasado la ley por el arco del triunfo. El que se hayan elaborado a espaldas de los padres de familia y de los maestros, resulta una afrenta, para los verdaderos educadores de aula.
Desde luego, se debe respetar la postura de aquellos que comentan y opinan del tema, sin embargo, es notorio que muchos lo hacen por una inercia ideológica, en ocasiones cargadas de agradecimiento oficialista por las prebendas recibidas.
Lo cierto es que, el gobierno federal deberá aprender la lección, si quiere tener a aprobación de padres y maestros, antes deberá convocar mediante verdaderos foros, a especialistas en la materia, a expertos dibujantes, y sobre a todo, a maestros que saben que la materia prima más importante, no son las comunidades, sino los verdaderos alumnos. Ellos son el centro de la verdadera escuela mexicana.