El reclutador viajo a Chiapas y les endulzo el oído a los padres de los menores argumentándoles que en Playa del Carmen sus hijos tendrían un mejor trabajo, además que de que con lo juntado ellos les podrían mandar un buen dinero, pero fue todo lo contrario, ya que a los niños nunca se les pagó y no se les permitían hablar con sus padres.
Los reclutadores obligaban a trabajar a los niños de ocho a ocho y los ponían a vender en las calles marquesitas, raspados, cinturones y otros productos. Sin embargo, se hizo una denuncia y gracias a un trabajo de cateo se pudo rescatar a los niños chiapanecos y se detuvo a dos personas.