A esto sume la tendencia a la centralización del poder. López Obrador ha tomado decisiones unilaterales sin consultar ni considerar la opinión de otros actores políticos y sociales. López Obrador ha atacado a las propias instituciones que forman el Estado y se ha confrontado con uno de los poderes, el Judicial, al tiempo que somete al otro, el Legislativo.
Pero todo sería salvable si al menos hubiera una lucha honesta en contra de la desigualdad social, en contra de la inseguridad. Pero no. La estrategia de seguridad “abrazos, no balazos” tiene a la mayor parte del país a merced de los grupos criminales. La pobreza aumenta, la inseguridad aumenta, la corrupción aumenta, pero al presidente sólo le interesa perpetuar a su partido, Morena, en el poder.