Edgar Hernández* / Luego de la primera aprehensión de la jueza Angélica Sánchez, el staff de abogados que lograron su libertad, le aconsejaron saliera del país. Su respuesta sería categórica:
¡No me iré de Veracruz ni del país, creo en las leyes; creo en la justicia!”.
Hoy la jueza está en Pacho.
Olvidó la máxima cuatrotera del “¡No me vengan con que la ley es la ley!”; descuidó además que el gobernador Cuitláhuac García, embriagado de poder y teniendo como incondicionales al Poder Judicial y la Fiscalía General del estado, cumple consignas y consuma venganzas.
La periodista Claudia Guerrero está bajo la mira.
Es la piedra en el zapato de agonizante sexenio de Cuitláhuac García quien no quiere irse sin ver en la cárcel a todos aquellos críticos, inconformes, enemigos y negados a su complicidad.
A Claudia Guerrero, nos consta, no le fue bien con Fidel, Javier ni Miguel Ángel Yunes; tampoco con los 400 Pueblos ni los encuerados de Cesar del Ángel, que lapidaron su casa; su esposo fue perseguido; su hijo fuera del país, mientras ella, firme.
No ha sido nada fácil para Claudia Guerrero –premiada por organizaciones periodísticas estatales y nacionales no precisamente por aplaudir a los gobiernos en turno- sobrevivir a tanto abusivo de poder.
Para ella y gremio, particularmente el crítico, ha resultado literalmente imposible transitar por los caminos de la libertad de expresión y prensa bajo el régimen de Cuitláhuac García, quien al principio pensó que el problema de la relación prensa estado se constreñía a los embutes, a las dádivas, al chayote.
Cuán equivocado estaba.
De ahí que desata, prohíja, permite o se hace el desentendido ante la escalada de violencia contra los comunicadores que hace cuatro años ha colocado a Veracruz en primer lugar en asesinatos a periodistas.
El saldo a la vuelta de un lustro son decenas de muertes de periodistas sin aclarar y el éxodo de muchos más ante las advertencias y amenazas.
Hoy la periodista Claudia Guerrero es llamada a declarar por el asunto del asesinato del exdiputado local Juan Carlos Molina, con quien guardó al igual que muchos de nosotros, una amistad de carácter personal lo cual no significa complicidad bajo circunstancia alguna por más que le pretendan endilgar testigos protegidos.
Que si el legislador ultimado estuvo ligado a criminales, que si no quiso abrirle el camino al gobierno Moreno en el 2018 y que por ello se cometió un crimen de estado, que si fueron los enemigos personales que ya lo traían entre ojos, esas son otras historias.
Son historias, acaso leyendas en donde de todas maneras no hay claridad de parte de la Fiscalía, una claridad que nos muestre el origen de su muerte y sus ligas en donde aparezca Claudia Guerrero, quien escribió en múltiples ocasiones de Juan Carlos como todos los que nos dedicamos a esta profesión.
Ahora bien ¿Presumir buena fe cada vez que te citen las autoridades a declarar cuando la juez ¡una jueza del Tribunal Superior de Justicia de Veracruz! es detenida, torturada y privada de su libertad en dos ocasiones primero por el asunto del diputado asesinado y la segunda porque se dio a la fuga?
La mula no era arisca.
Claudia Guerrero está amparada, pero ello bajo ninguna circunstancia, significa que se respetará su libertad como la de quienes nos dedicamos a moderar la opinión pública así traigamos un amparo bajo el brazo.
Nueve amparos le han tirado al exsecretario de gobierno, Rogelio Franco, luego de haberle jaloneado la camisa al ministerial a quien, según la fiscalía, le provocó daño sicológico… y sigue tras las rejas.
El caso Claudia está derramando de manera innecesaria el vaso de poder que ostenta el mandatario quien en el día transita por un pantano en donde cada vez se hunde más.
Mire, señor gobernador:
En 53 años de vida periodística he observado que el abuso de poder sólo lleva, cuando se deja, al exilio, la cárcel o la muerte.
Es tiempo de que se serene ya que juega en su contra y, ese sí, es su principal enemigo y a partir del 1 de diciembre, de verdad se lo digo, por más que se esconda será encontrado para que rinda cuentas por su mal proceder.
Por lo pronto los periodistas queremos dejarle la certeza que, en la cárcel o en libertad, seguiremos cumpliendo nuestra tarea porque hoy #todossomosclaudia.
No es advertencia, es un llamado a tiempo.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
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