Quién se iba a imaginar que una chica guapa, que vino a ser la imagen de Morena, el partido del presidente López Obrador, que salía bailando al compás de la música en un camión de pasajeros, llegaría a ser la mujer más poderosa del país. No cabe duda que el presidente sigue fiel a su estilo de premiar lealtad. Al nombrar a Luisa María Alcalde en la Segob, prefirió la lealtad y obediencia absoluta, que darle paso a la experiencia y eficacia.
Si bien es cierto Luisa María Alcalde se condujo sin aspavientos en la Secretaría del Trabajo, su trabajo sólo mostró que siguió las órdenes del amo y señor de la 4T al pie de la letra. No trajo un verdadero cambio sustancial y democrático en el SNTE ni en el sindicato de Pemex.
Además, siempre la ha perseguido ese tufo de nepotismo que no se ha podido desprender de su persona. Por lo pronto, ya se verá si esa joven funcionaria puede con el paquete, aunque eso no importa para su mecenas, pues mientras obedezca, todo estará resuelto.
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