El problema es que el presidente López Obrador es un sofista, es un hombre que habla con silogismos y medias verdades, si alguien le hace una pregunta directa, éste responde con una negación y regularmente la acompaña con una alusión al pasado, siempre culpa a los gobernantes anteriores. En otras palabras, se identifica con la mentira.
Por esas razones, resulta muy ingenuo creer que no meterá las manos en la sucesión presidencial, cuando él es el creador de las dichosas tómbolas, encuestas y ahora, con una ley mordaza contra los “enemigos” de su movimiento. De manera que el piso parejo sólo es una ilusión. Ojalá y que el equipo de Marcelo Ebrard tome nota del asunto.