Mussio Cárdenas Arellano / Cinco horas incomunicada, torturada, obligada a tomar un arma y lanzar disparos, con droga que le fue sembrada y confinada en una prisión. La jueza Angélica Sánchez ya sintió que el régimen de terror del gobernador es real.
Sintió la alevosía de la Policía Estatal.
Sintió el abuso demencial de Cuitláhuac García, gobernador de Veracruz.
Sintió la mano superlativamente criminal del secretario de Gobierno, Eric Cisneros.
Sintió la insidia perversa de Verónica Hernández Giadáns, la fiscal espuria.
Sintió la sangre infame que corre por las venas de la presidenta del Poder Judicial, Lisbeth Aurelia Jiménez Aguirre.
Su pecado fue acatar un amparo concedido por un juez federal a un procesado, Itiel “N”, alias “Compa Playa”, acusado con pruebas falsas, con inconsistencias brutales, del crimen del ex diputado local, Juan Carlos Molina, ex líder del sector campesino del PRI en Veracruz.
El lunes 5, citada a comparecer ante la presidenta del Tribunal Superior de Justicia, Lisbeth Aurelia Jiménez, la jueza Angélica Sánchez fue aprehendida e incomunicada.
Fue una celada. Le llamaron la noche del domingo 4 para ser increpada a la mañana siguiente por haber acatado el amparo que concede libertad a Itiel “N”.
El supuesto “Compa Playa” se hallaba confinado en una prisión de Ramos Arizpe, Coahuila. El sábado 3 de mayo, luego que surtiera efecto el amparo, fue puesto brevemente en libertad. Pero lo reaprehendieron el domingo 4 y se le trasladó a Veracruz.
A la mañana siguiente, el lunes 5, los familiares de la jueza Angélica Sánchez Hernández perdieron contacto con ella. Temieron un secuestro. Lo difundieron y la noticia detonó.
Una llamada telefónica los alertó que se trataba de una aprehensión por parte de elementos de la Secretaría de Seguridad Pública de Veracruz. Sin embargo, al acudir a los separos policíacos, les fue negado que la jueza Angélica Sánchez se hallara ahí.
Quien les informó que se trataba de una aprehensión, refirió que fue intervenida por elementos de Seguridad Pública de Veracruz en una tienda de conveniencia, cerca de Arco Sur, en Xalapa.
Por espacio de cinco horas, la búsqueda fue infructuosa. Acudían a la Fiscalía y les negaban que estuviera ahí. Se presentaron al Cuartel San José y la respuesta fue igual.
Así hasta que se oficializó la aprehensión. El gobernador Cuitláhuac García, con más gestos y contoneos que con palabras y argumentos, no sabía qué decir.
Sólo atinaba a apuntar que se le detuvo “ante la sospecha de una comisión de delito que lo decidirá un juez”.
Se le cuestionó sobre qué delito, concretamente sobre un delito tipificado en el Código Penal, y Cuitláhuac agudizó el cantinfleo.
“Sí es importante, muy importante descubrir estas redes de complicidades que se llegan a dar por presuntos actos de corrupción”, agregó el gobernador.
Todo era “presunto” y “sospechas”, pero a la jueza Angélica Sánchez la tenía tras las rejas.
El enredo creció, horas después, cuando la Fiscalía de Veracruz lanzó la mayor y más descabellada versión contra un integrante del Poder Judicial. Le imputó que la jueza Angélica Sánchez Hernández había disparado un arma de fuego contra los elementos policíacos que la aprehendieron y que le se le detuvo en posesión de droga. Obvio, era un montaje.
Esa tarde las redes sociales reventaron al gobernador. Se le acusaba de fabricar delitos, ensañándose con la jueza adscrita a Cosamaloapan cuyo pecado fue acatar el amparo concedido por un juez federal que otorgaba la libertad al “Compa Playa”.
Entre las inconsistencias de la acusación contra Itiel “N”, el juez federal halló que una veintena de testigos confirmaron que a la hora en que ocurrió el crimen del diputado Juan Carlos Molina, “Compa Playa” se hallaba en Querétaro, no en Medellín, Veracruz. El caso era insostenible.
Pero el pecado de la jueza Angélica Sánchez fue negarse a retenerlo bajo proceso legal, usando triquiñuelas y subterfugios legales.
Aquella noche, noticiarios televisivos, la radio, espacios en redes sociales, plataformas noticiosas, todos exhibieron al gobernador Cuitláhuac García. Y el gobernador se quebró.
El martes 6, amigos de la jueza Angélica Sánchez revelaron un mensaje que les hizo llegar antes de acudir a la cita que tenía programada con la presidenta del Poder Judicial de Veracruz, Lisbeth Aurelia Jiménez Aguirre.
“Querido grupo, el sábado tuve una audiencia muy delicada en la que liberé a una persona por falta de datos de prueba y porque en esa carpeta de investigación hay demasiadas truculencias.
“Hoy estoy citada en el Tribunal Superior de Justicia y considero necesario acudir amparada. La resolución que dicté fue en cumplimiento de un amparo que evidentemente observó todos esos defectos en la investigación.
“Mi pecado, no haber comunicado a la presidenta del Tribunal Superior de Justicia mi decisión, la cual se puso furiosa cuando supo de mi decisión, porque la persona liberada alguna vez en audiencia pidió que yo me excusara de conocer su asunto porque yo había sido nombrada por Eric Cisneros, a lo cual me negué porque yo tengo una carrera judicial intachable de 25 años que me avala, pero me hizo pensar que el hombre es su enemigo y como desgraciadamente nuestra presidenta responde a los intereses de ese señor pues ahora me querrán causar daño.
“Les pido su apoyo y solidaridad. Yo le dije a la presidenta que no podía dictar una vinculación ante tales deficiencias y por supuesto que tampoco iba yo a inventar datos como lo hizo la Fiscalía”.
Tocó un punto crucial. Señaló que la presidenta del Poder Judicial es súbdita del secretario de Gobierno, Eric Cisneros. A él obedece. A él se somete.
“Como desgraciadamente —dijo— nuestra presidenta responde a los intereses de ese señor pues ahora me querrán causar daño”.
Un día después, el miércoles 7, la misma Fiscalía que acusó a la jueza Angélica Sánchez de haber disparado contra elementos de la Policía Estatal y a la que le imputó haberle hallado droga en su poder, la dejó en libertad por carecer de evidencia que la inculpara. Eso sí, “con las reservas de ley” y advirtiendo que la investigación continúa. Tácitamente una amenaza.
Al dejar la prisión, Angélica Sánchez dijo fue contundente: “Me torturaron”.
Fueron 48 horas cruciales. Ahí supo que el régimen de terror de Cuitláhuac no es mito, es real.
Es la obradorización de la justicia. O la justicia mancillada, convertida instrumento de represión, terror y miedo.
Morena, Cuitláhuac, Cisneros, Giadáns, Aurelia, todos destruyendo el estado de derecho.
Cuitláhuac y su furia contra jueces que acatan amparos porque se ciñen a la ley.
Cisneros, un sicario político de evidentes limitaciones morales pero, sobre todo, mentales, que hizo del Poder Judicial el instrumento de sus vendettas.
Verónica Hernández Giadáns, atestando las cárceles veracruzanas de inocentes.
Lisbeth Aurelia Jiménez, la conserje del gang (de gángsters) que teje las trampas para que los jueces sean levantados por la policía, incomunicados por cinco horas, obligados a disparar un arma para que den positivo a la prueba de rodizonato, que les sea sembrada droga y que se les bañe de lodo. Y ante el escándalo, los tienen que soltar.
Los miserables no tienen por qué sembrar el terror en Veracruz.
Y los veracruzanos no tienen por qué dejar que sea así.
Archivo muerto
Las mafias políticas caminan rumbo a la sucesión presidencial. Ya sea que renuncie Marcelo Ebrard y le sigan Monreal —“prefiero ser nada”— y Adán Augusto y Claudia Sheinbaum, o el Güero Velasco del Partido Verde, o los panistas Creel, Lilly Téllez o Ricardo Anaya y los priistas De la Madrid, Ruiz Massieu y Alito, las mafias políticas sólo quieren el poder. Nadie representa a la sociedad. Y no les importa la sociedad. El juego de las élites políticas inicia con el show de las renuncias. Y vendrán las pasarelas. Y fabricarán todo tipo de encuestas. Y será un espectáculo cargado de vileza y de engaño. Y al final, en Morena, será candidato quien decida Andrés Manuel López Obrador. En la oposición será igual. No deciden los militantes, ni se abren los procesos internos a la sociedad. El inservible PRI está en manos del delincuentazo Alejandro Moreno, mientras desde las sombras operan, negocian, regatean, se desairan, se reconcilian los Beltrones, los Gamboa Patrón, los Osorio Chong, lo que queda del Grupo Atlacomulco, lo que mínimo, ínfimo, que aún pueden dar, porque de haber detentado el poder por 70 años, transado con el PAN, regresado a la Presidencia con Peña Nieto, no les queda, tácitamente, nada. El 4 por ciento de la población nacional es literalmente una miseria. Y el PAN, atrapado por sus propias mafias, que si Ricardo Anaya y Marko Cortés, que si los Yunkes, que si los doctrinarios, que si el priismo que no cupo en el PRI y le hace fuchi a Morena y al PRD. Pero nadie concibe un candidato surgido de la sociedad, donde están los votos. Sólo Manolo Jiménez, gobernador electo de Coahuila, ha expresado cómo se puede ganar: un frente ciudadano que le dé espacio a los integrantes de la sociedad. Pero las élites políticas sólo quieren usar a la sociedad… Samuel Ordaz, el villanuelo de Amado, también se fue. Lo echa a patadas Rocío Nahle, harta de quejas y trastadas, de las ínfulas de un ambicioso vulgar, del jefe de una minipandilla que sembró de rufiancillos el ayuntamiento de Coatzacoalcos hasta imaginarse superior los ediles que orbitan en torno a la secretaria de Energía. Metió las manos en Desarrollo Urbano, en Comunicación Social, traía de secretaria a la titular del Instituto Municipal de la Juventud. Samuel Ordaz Ortega llegó a desdeñar las instrucciones del alcalde Amado Cruz Malpica y a ignorar a los enviados del presidente municipal, no dignándose a recibirlos en su aposento desde donde se sentía vicealcalde de Coatzacoalcos. Hasta que tensó la cuerda, hasta que urdió un golpe que descalabró a Amado Cruz Malpica y filtró información con la que ridiculizó a Rocío Nahle. Horas después, recibió la sentencia: o renuncias o te largas. Y presentó su renuncia al cabildo de Coatzacoalcos donde, literalmente, gozaron dándole trámite y consumando la destitución. Quedan para el anecdotario la vez que un encapuchado narco irrumpió en la presidencia municipal exigiendo que Samuel devolviera lo que habían pagado por el espectáculo de rodeo que no se pudo llevar a cabo por los hechos de violencia en el estado H. Santos, negocio de otro bribón llamado Lizandro Pérez, que desde la Dirección de Desarrollo Urbano hace de las suyas sin que nadie, ni el alcalde, le ponga freno; o el caos en el área de Comunicación donde se dio el lujo de crear una oficina alterna en las barbas de Amado Cruz Malpica, provocando un auténtico desastre informativo sólo por el hecho de tener un pull de medios y mercachifles del periodismo a su lado, pero que de nada le sirve al presidente municipal. Desde ahí se llegaron a dispersar versiones de un supuesto amorío del edil y hasta un hecho gravísimo que atañe al crimen de un indigente, silenciado por intentar divulgar información explosiva. Samuel Ordaz se fue. Falta que se le investigue por usurpar funciones, por abusar de su autoridad, por el cobro de piso a los emprendedores del parque Independencia y por el fuego amigo del que no se salvó ni Amado Cruz Malpica. Lo releva Ricardo Ordóñez Malpica, primo y suplente del presidente municipal, que ya pasó por la Dirección del Deporte y que ahora sabrá si sigue los pasos de Samuel o da un golpe de timón. De entrada, algo tendrá que hacer con la pandilla de malandros que le heredó su antecesor… Al delegado del PRI nacional, Pedro Gutiérrez, sólo le faltó agarrar la matraca y destapar a Fernando Kuri. Fue al puerto de Veracruz y celebró el pronunciamiento de una facción del priismo a favor del ex alcalde de Oluta, personaje muy, pero muy duartista. Pedro Gutiérrez se veía cómodo, más cuando sus correligionarios se le fueron a la yugular a Carolina Gudiño Corro, ex presidenta municipal del puerto jarocho y, sin duda, la figura femenina más relevante políticamente en los días en que gobernó Fidel Herrera Beltrán. Al delegado del PRI nacional se la cantaron de frente. O los toman en cuenta o habrá brazos caídos y vacíos a la hora de buscar el voto, en 2024. Y Pedro Gutiérrez no tuvo palabras para atajarlos, para fijarles límites, para enfriarles el calor. Prefirió sonreír, celebrar y tácitamente secundar la ambición de Fernando Kuri para seguir medrando en el PRI estatal, como lo viene haciendo al amparo del líder saliente, Marlon Ramírez Marín… CMAS Coatzacoalcos es un fraude. Mes a mes cobra por un servicio que no brinda o brinda a medias. Mes a mes los recibos de agua presentan la misma cantidad a cobrar. Es una cuota fija. Los medidores son sólo un adorno. Pero en meses, en el centro de Coatzacoalcos, no hay suministro de agua. El fraude es descarado. CMAS Coatzacoalcos cobra por un servicio que no proporciona. Se beneficia de un engaño. Es el fraude de Hildeliza Díaz Calafell, directora de CMAS, funcionaria de medianos alcances que en año y medio ha demostrado una absoluta incapacidad. El punto de conflicto se halla a media cuadra de la residencia del alcalde Amado Cruz Malpica. Las obras de rehabilitación de la red de agua potable, a cargo del ayuntamiento de Coatzacoalcos, mantienen prácticamente sin suministro a centenares de familias desde hace nueve meses. CMAS, cuando puede y cuando quiere, envía pipas de agua a unos cuantos domicilios. La irritación social es cada vez mayor. Y estalla cuando son entregados los recibos de CMAS. O sea, CMAS Coatzacoalcos cobra por un suministro de agua inexistente. Y peor cuando CMAS anuncia que ahora por obras de reparación en el ducto que conduce el agua desde la presa Yuribia, suspenderá el servicio del 9 al 13 de junio. Es un fraude institucional…
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