Bernardo Gutiérrez Parra / Cuando faltan tres días para que Marlon Ramírez Marín termine su mandato como líder estatal del PRI, no se ve en el horizonte tricolor a nadie con el ahínco que se tiene en estos casos para sustituirlo en el cargo. Ninguno de los aspirantes se ha movido más allá de su entorno personal. No han hecho campañas, proselitismo, encuestas internas; no han hecho nada.
Aunque esto puede tener una explicación.
Con el tiempo encima, es materialmente imposible hacer unos comicios donde participen todos, como sucedió en 2019 cuando Marlon fue elegido por la militancia.
De ahí que el PRI se apreste a elegir a su próximo líder por acuerdo político, es decir, por eso que desde siempre han llamado “candidato de unidad” y que no es otra cosa que un dedazo.
Quizá por eso y sabedores de que quien se mueve no sale en la foto, ni Fernando Kuri, Ramón Reyes Viveros, Cirilo Vázquez Parissi, Adolfo Ramírez Arana y Manuel Guerrero Sánchez andan agitando las aguas. Esperan pacientes la decisión de arriba y arriba no hay otro que Alito Moreno.
La que sorprendió a todos al manifestar su deseo de contender por la dirigencia, fue Carolina Gudiño Corro, ex alcaldesa del puerto jarocho que será recordada forever and ever, por haber pasado el bochorno de su vida después de que Enrique Peña Nieto le corriera la majadería de dejarla con la mano extendida.
Para un político o política, el saludo de un presidente es sólo equiparable a una bendición de Dios. Y esta bendición le fue negada a Carolina el 6 de enero del 2013 tras la conmemoración del 98 aniversario de la promulgación de la Ley Agraria.
Un columnista señaló que Carolina es impulsada “por un grupo de priistas entre los que predominan personajes identificados con la corriente fidelista”, corriente a la que pertenece la propia Carolina que debe toda su carrera política a Fidel Herrera.
Es decir, este grupo de inescrupulosos sujetos fue a la casa de la buena mujer nomás a sonsacarla, porque no fueron a otra cosa.
¿Tiene la señora Gudiño posibilidades de ser lideresa estatal del tricolor? ¡Claaaaro que sí! Las mismas que tienen López Obrador y Felipe Calderón de darse un abrazo fraterno y sin rencores en una mañanera.
La lucha por la dirigencia está centrada en los cinco aspirantes arriba mencionados. Y la verdad ni es lucha. Simplemente están a la espera de que el dedo de Alejandro Moreno señale a uno para que los restantes se sumen disciplinadamente a la cargada… Como en los viejos tiempos.
Hace unas semanas, cuando le pregunté a Marlon Ramírez cuáles eran sus planes a futuro, me dijo que descansaría unos días, “y a mi regreso te contestaré”.
El asunto es que los futurólogos no esperan y unos lo ven buscando una senaduría, otros aseguran que si bien dejará la dirigencia de su partido el 14 de mayo, será nombrado delegado en funciones de presidente hasta después de las elecciones del 2024.
Pero estoy en posición de decirte lector, que buscará la candidatura de su partido a la gubernatura de Veracruz por la alianza PAN-PRI-PRD.
¿Qué tiene a su favor?
Quienes lo impulsan dicen que conoce al estado y sus problemas como a la palma de su mano y es un político conciliador que logró unificar a su partido tras el vendaval que se le vino encima. Pero también es el diputado más contestatario de la actual Legislatura, al que no han podido doblegar ni el gobernador Cuitláhuac García ni los legisladores de Morena.
Y algo sustantivo; es amigo personal de Alito Moreno, el gran elector del PRI.
¿Seguro que no es una de tus bromas, remedo de columnista? Seguro que no es broma, aguantador lector. Estoy en posición de reiterarte que Marlon Ramírez Marín buscará la candidatura de su partido a la gubernatura de Veracruz. Y que al regreso de su descanso lo que hará será confirmar lo que te acabo de decir.
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