Bernardo Gutiérrez Parra / Hoy se están cumpliendo 101 años de que se festejó por primera vez y a nivel nacional a las madres de México. La historia comenzó con una convocatoria publicada en la primera plana del diario Excélsior el jueves 13 de abril de 1922. “Excélsior pretende que el 10 de mayo de todos los años, sea consagrado por los hijos a enaltecer en vida o en memoria a quienes les dieron el ser”.
Detrás de la propuesta estaba Rafael Alducin, fundador y dueño del diario, que en un viaje a Estados Unidos se dio cuenta que el festejo a las madres era la segunda semana de mayo y ya llevaba una década. De ahí le vino la idea que publicó en la convocatoria.
Ésta recibió el beneplácito de miles de lectores y hasta del presidente Álvaro Obregón y el secretario de Educación, José Vasconcelos. Por lo que Alducin y su gente se dedicaron a promover con ahínco la nueva festividad.
El 11 de mayo Excélsior publicó como nota principal: “En toda la República se rindió el día de ayer un férvido homenaje de amor y gratitud a las madres mexicanas”.
Desde entonces la tradición continúa, aunque con sus pronunciadas variantes.
Si en aquellos años se premiaba a la madre que tuviera más hijos, a la más abnegada y había un premio especial para la que pariera el 10 de mayo; si otros medios impresos se sumaron a la conmemoración y llegaron a rivalizar con Excélsior en premios y homenajes a las madrecitas, todo eso pasó al baúl de los recuerdos.
Por principio de cuentas ya nadie le dice “cabecita blanca” a su anciana madre a riesgo de que ésta le suelte un bastonazo. Y los rumbosos festejos han decaído al grado que ya mero no las festejan ni en las primarias.
Lo único que queda de aquellos tiempos son los ramos de flores.
Hoy se estila llevarlas a comer por ahí, tomarse la consabida selfie y subirla a las redes: “Aquí casual con mi madrecita santa a la que le debo lo que soy” presume el político ladrón que con eso da a entender que fue su madre la que lo enseñó a robar.
Sigue vigente caerle en su casa con la parvada de chamacos, la esposa y los amigos para comer con ella. Y cuando se acaban los pomos hacer mutis y dejar a la buena mujer con el trasterío en el fregadero y la casa patas pa arriba.
Otra cosa que se estila en estos tiempos y jamás se vio antes es dejarlas en el abandono. Me refiero en concreto a las madres que buscan a sus hijos desaparecidos.
Me ha tocado verlas bajo los soles abrazadores del verano subiendo y bajando cerros, sudando a mares, hoyando la tierra con una vara puntiaguda hasta que ésta huele a podrido porque esa es una señal de que metros más abajo puede haber osamentas o cuerpos descompuestos. Y como paradoja, ese mal olor les insufla la esperanza de encontrar al hijo o la hija que andan buscando.
Esta ingrata tarea la hacen solas, con poco o nulo apoyo de las autoridades estatales como Cuitláhuac García que las ignora y deprecia.
El 11 de enero de este año y por recomendación de la CNDH, Cuitláhuac estaba emplazado a ofrecer una disculpa pública a ocho mujeres, (siete esposas y una madre) de igual número de policías municipales de Úrsulo Galván, que fueron desaparecidos hace diez años por policías estatales. Esto sucedió en el sexenio de Javier Duarte que tenía como titular de la SSP a Arturo Bermúdez Zurita.
A los desaparecidos les colgaron el sambenito de que de seguro andaban en malos pasos y por eso las bandas rivales los levantaron.
Pero gracias a una exhaustiva investigación, la CNDH los reivindicó y recomendó al gobierno de Cuitláhuac ofrecer una disculpa pública a sus mujeres.
Pero Cuitláhuac las dejó plantadas junto con sus hijos y amigos porque tenía “otro compromiso”.
“No hay autoridad que se conduela del dolor que sufrimos, no hay voluntad de ayudarnos a buscar a nuestros desaparecidos. Nos regatean todo, hasta el respeto” dijo Martha que desde hace cinco años busca a su hija que contaba al desaparecer con 24 años y era madre soltera.
Hoy 10 de mayo estas mujeres veracruzanas “festejarán” su día protestando con las fotografías de sus hijos colgadas en el pecho, en demanda de que las volteen a ver y las apoyen.
Los homenajes, las flores, la comida, la música y los festivales en su honor, se dejarán una vez más para mejor ocasión. Y esta mejor ocasión será cuando el hijo o la hija aparezcan, como sea, pero aparezcan.
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