Si usted siguió la discusión sobre el Plan B de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación por JusticiaTV, se habrá dado cuenta de la manera abyecta como las ministras afines a López Obrador esgrimieron sus falaces argumentos para excusar a los diputados de Morena por las violaciones graves al procedimiento legislativo. Leguleyas las señoras repitieron lo que la Consejería Jurídica de la Presidencia había dictado en una carta enviada a los ministros, en la que decía que, al no tener la SCJN legitimidad popular, la SCJN no podía inmiscuirse en las decisiones del Congreso; es decir, ellas mismas se invalidaban.
Fue bochornoso. De hecho, doña Loretta ni siquiera volvió la mirada a sus compañeros ministros, quizá avergonzada por lo que estaba obligada a argumentar. Cuando la discusión terminó el ministro ponente, Alberto Pérez Dayán dijo que no iba a refutar los argumentos de las dos ministras en contra de su proyecto; no merecía la pena.
Lo que hizo el presidente López Obrador con estas féminas, obligarlas a la abyección, debería considerarse violencia política en razón de género. Las ministras se humillaron con sus argumentos sin sustento, se vieron como malabaristas de la calle, haciendo sus gracias para que el presidente estuviera complacido con ellas.
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