Cualquier manifestación de odio y violencia en contra de cualquier actor político es reprobable. Como señala el ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Saldívar, «la violencia política nunca es el camino. Resolvamos nuestras diferencias mediante el diálogo, el debate político y los cauces jurídico constitucionales». Las manifestaciones de odio en contra de la ministra Norma Piña, a nadie le cabe duda, tienen su origen en la mañanera, en el resentimiento del presidente López Obrador por no tener a sus órdenes al Poder Judicial.
Los apologistas de López Obrador señalan que los que ahora defienden a la ministra Norma Piña, no dijeron nada cuando quemaron la imagen del presidente en otras manifestaciones. Seguramente sí se hizo nota, seguramente sí se condenó esa acción.
Pero esta vez estamos hablando de las consecuencias del actuar del presidente de México, quien, si bien reprobó la quema de la figura de la ministra, al final él se puso como víctima: «Cuando quemaron mi figura no salió en la prensa. De todas maneras, repruebo lo de la ministra… De todas maneras», dice la primera víctima de la violencia política en este país, nuestro presidentito.
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