Pero un día lo descubrieron dándose la buena vida en el Hunan, gastando el dinero de los sobornos que le entregó Odebrecht y el gobierno de López Obrador decidió hacer de él un personaje emblemático, un chivo expiatorio para cargarle todas las pulgas, como al perro más flaco.
Ahora, Emilio Lozoya, entrevistado por El Universal se queja de que no le acepten su arreglo reparatorio. Se convirtió en un soplón, acusando a personajes incómodos para la Cuarta Transformación, está dispuesto a entregar algunos de sus bienes, y ni así lo dejan libre.