La defensa de la ministra Yasmín Esquivel, acusada de plagiar la tesis con la que se tituló de abogada, ha sido por demás pueril, ingenua y torpe. La ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación le ha pedido a sus tutores y maestros que redacten una carta en la que certifiquen que la señora, cuando fue estudiante, tuvo buena conducta y entregaba todas sus tareas, por lo que al terminar la clase siempre le ponían una estrellita en la frente. ¿Y del plagio?
De eso no dicen nada, no se meten en ese embrollo porque saben que las pruebas no son inventadas, las pruebas se recopilaron de los archivos de la Biblioteca digital de la UNAM. La misma Yasmín Esquivel, esposa de José María Rioboó, contratista consentido de López Obrador, no ha podido refutar las pruebas.
Ni siquiera ha podido decir que el documento que aparece en el archivo de la UNAM es falso; vaya, de su boca no ha salido una declaración en la que diga que ella no plagió la tesis a Edgar Ulises Báez Gutiérrez. Vale mencionar que quien hiciera esta investigación de plagio fue Guillermo Sheridan, quien también descubriera el plagio de un libro escrito por Alejandro Gertz Manero; sólo que ahí no tuvo mayores repercusiones. Esperemos que en este caso sí se exija la renuncia de la ministra.
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