No es el karma, es la ley de la retribución. Dice la máxima bíblica: «Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará». Si una persona siembra melones, no espere cosechar manzanas; si una persona siembra cardos, no espere cosechar rosas; si una persona siembra insensateces, no espere cosechar aplausos; si una persona siembra discordias, a la hora de su muerte no espere pésames. Tal vez los que se alegran de la muerte de Miguel Barbosa recuerdan el día que el señor gobernador se enfrentó a un grupo de estudiantes. Los estudiantes se manifestaban por la falta de seguridad y la muerte de tres de sus compañeros.
¿Les dio el pésame Miguel Barbosa por la muerte de estos tres estudiantes? No, antes bien los regaño: «Ustedes no me van a enseñar». Un día el señor, minimizando los efectos de la pandemia, cuando la gente moría en sus casas sin poder ser atendidos por los servicios de salud, Barbosa dijo que el coronavirus se curaba con un plato de mole poblano; y luego dijo: «Si ustedes son ricos, están en riesgo, los pobres somos inmunes».
Pero lo que no tuvo madre fue haber dicho que la muerte de Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle fue castigo de Dios, que porque según él le habían robado las elecciones. Por ello, dejen de estar de farisaicos esos que reprueban que muchos se alegren de la muerte de Barbosa, hasta los muertos cosechan lo que siembran. Perdonen nuestro indecente regocijo. Por cierto, que López Obrador, cuando muera, no espere que todos los mexicanos lamenten su muerte.
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