No tenemos nada contra el Pinocho de Disney. Los que de niños vimos la película de Disney, Pinocho nos pareció un personaje encantador, tierno y perdurable. El Pinocho de Disney nace en 1940, hace 82 años. Basado en una novela de Carlo Collodi que se estuvo publicando en el periódico desde 1881 hasta 1883, a nadie se le ocurrió en la necesidad de cambiar a ese Pinocho encantador, de sombrero amarillo, moño azul y pantalones rojos. Ni siquiera a la propia empresa Disney, que 82 años después le dio vida nuevamente con la participación de Tom Hanks en el papel de Geppetto y bajo la dirección de Robert Zemeckis. Tal vez quien lo pudo haber hecho en algún momento fue Tim Burton, pero no, él estaba ocupado en otras empresas.
Tuvo que llegar Guillermo del Toro para recrear un clásico y con ello desmitificar a un icono de la vida infantil de varias generaciones. El Pinocho de Guillermo del Toro, como bien dice el maestro del terror, Stephen King, es «magia pura». Desde la creación del personaje, menos humano y más títere, nunca carne, siempre madera. Porque el Pinocho de Guillermo del Toro no necesita carne para sentirlo humano. Este Pinocho es un niño de madera inquieto, curioso, berrinchudo, torpe, tierno y amoroso como son los niños de verdad.
Cuando miras al Pinocho de madera no te cabe duda que en su sonrisa hay mucho de humano, lo mismo que en su mirada y en su heroísmo. Se podrían decir muchas cosas de este Pinocho, pero lo mejor que podemos hacer es recomendarla, pedirles que la vean y que desde el principio sientan como el trabajo de 15 años del cineasta mexicano ha sido culminado con creces. No pensemos en si ganará o no el Oscar a la mejor película de animación; seguramente sí. Lo que importa es que este Pinocho perdurará para siempre. ¡Gracias Guillermo!
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