Está claro a estas alturas que para Cuitláhuac García la presunción de inocencia no es importante. Para él es más válida la “presunción de culpabilidad”. Más de una vez el gobernador ha emitido juicios y sentencias a priori, sin tener siquiera elementos de prueba, sin esperar a que sean los jueces los que emitan una sentencia. En el caso de Rafael González, tesorero de Sayula de Alemán, el gobernador ya dictó sentencia: «Se filtró un presunto delincuente como Tesorero y se comprueba que estaba metido en otras cosas y ya lo detuvieron en flagrancia».
Con esta declaración tan irresponsable (se acuerdan de «no está desaparecida, la tenemos en custodia») el gobernador se avienta un clavado al chiquero de su secretario de Gobierno, Éric Cisneros Burgos, quien fue acusado desde noviembre de querer detener al tesorero de Sayula de Alemán por no hacer lo que su protegida, Lorena Sánchez Vargas le ordenaba.
¿Y qué le ordenaba? Pues robarse el dinero del presupuesto. Lo hemos señalado, esa falta de carisma de Cuitláhuac García, esa animadversión que sienten los veracruzanos contra el gobernador ha sido, en parte, gracias a las arbitrariedades y actos prepotentes de Cisneros Burgos. Pero al parecer al gobernador también le gusta el lodo, por eso se bate en el mismo chiquero que el Bola 8.
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