Mussio Cárdenas Arellano / Cárdenas Del Ángel de la Independencia al Zócalo, al mesiánico Andrés Manuel se le extravió un millón de feligreses. A la Plaza de la Constitución, corazón político de México, llegaron acaso unos 150 mil fieles, los fanáticos de la ilusión.
No fue el millón 200 mil borregos que pregonó la secta, inflando la cifras, intentando enmascarar el fracaso, impactada por el desaire de las bases, reflejando que el patriarca ya no conecta con los de abajo o que las masas que antes lo sacralizaban dejaron de creer.
No fue un millón 200 mil fieles los que marcharon, pues en el Zócalo de la Ciudad de México no hay espacio para una muchedumbre de esa dimensión.
Caben 187 mil 584 personas, sin dejar vacíos, ocupando los 62 mil 528 metros cuadrados correspondientes a la plancha del zócalo capitalino y las calles adyacentes de Pino Suárez, donde se ubica la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así como 20 de Noviembre, el Empedradillo y la Plaza del Seminario.
La cifra de un millón 200 mil asistentes, difundida por el aparato de propaganda del gobierno de la Ciudad de México, replicada en la prensa vendida —chayoteros del obradorato— retrata los falsos escenarios en que la Cuarta Putrefacción y su patriarca se estacionan, jugando con la popularidad.
Una simple operación matemática y algo de lógica, destruye la fábula del millón 200 mil borregos. Y aniquila el mito del flautista de Macuspana.
El Zócalo mide 192 metros de norte a sur y 240 metros de oriente a poniente. O sea, 46 mil 80 metros cuadrados. En ese espacio caben 138 mil 240 personas, considerando que tres obradoristas ocuparan un metro cuadrado. Pero los videos en tomas aéreas y a ras de piso exhibieron que los asistentes no se hallaban apretujados y que habían amplios vacíos entre la muchedumbre.
Las calles aledañas al Zócalo tienen las siguientes medidas: Pino Suárez, 4 mil 680 metros cuadrados; 20 de Noviembre, 2 mil 880; el Empedradillo, 4 mil 576, y la Plaza del Seminario, 4 mil 312. Ese espacio de 16 mil 448 metros cuadrados habría dado cabida a 49 mil 344 personas.
En total, entre la plancha del Zócalo y las calles adyacentes, cabrían 187 mil 584 feligreses.
Ni remotamente se acerca a la cifra de un millón 200 mil asistentes que divulga el aparato propagandístico de López Obrador, ni los corifeos de la jefa de Gobierno de la ciudad de México, Claudia Sheinbaum, ni los voceros chayoteros que pululan en los medios a sueldo —los moneros paleros, La Jornada, Radio Fórmula, Tv Azteca, Televisa, entre otros— y en las redes sociales.
El portal México Mágico es aún más riguroso. A ese cálculo le resta 10 por ciento de “áreas reservadas”. La superficie total a ocuparse sería de 56 mil 275 metros cuadrados con una asistencia máxima de 168 mil 826 personas. No más.
En 2006, López Obrador logró las mayores concentraciones que se recuerden. Atizados los odios, perdida la Presidencia de México por medio punto en el cómputo final, Andrés Manuel inventó la Convención Nacional Democrática. Fue la misma película: una marcha, mucho elogio y un discurso.
Movía al Partido de la Revolución Democrática, a Convergencia por la Democracia y al Partido del Trabajo, a organizaciones sociales, tianguistas, transportistas, al Frente Popular Francisco Villa que actuaba como grupo de choque, y sacudía al sistema.
Tras el mitin del 17 de julio de 2006, el mesiánico pregonaba haber reunido a un millón de personas. Falso. Las dimensiones del Zócalo y calles adyacentes, aún sumándoles Madero, 5 de Mayo y 16 de Septiembre, no daban cabida a un contingente de esa magnitud.
México Mágico concedió que la superficie ocupada hubiera sido de 100 mil 832 metros cuadrados en los que sólo cabrían 302 mil 492 asistentes. El millón, ni soñando.
Aún si en cada metro cuadrado se hubieran colocado cuatro personas, la asistencia total habría sido de 403 mil 328 asistentes.
El mitin del millón es una utopía. El pequeño patriarca vive con esa obsesión. Para lograrlo debía colocar a 18 personas en cada metro cuadrado, algo humanamente imposible.
Peor aún, para alcanzar el millón 200 mil asistentes tendrían que haber estibado a los fieles y ubicar 22 de ellos en cada metro cuadrado.
Lo que se lee, lo que se escucha, lo que pregona el aparato de propaganda del mesiánico es demencial. Y peor, no hay un solo cretino, un solo racista, un solo conservador —así les llama el Juárez de pacotilla— que use las matemáticas y demuestre que el millón 200 mil marchantes obradoristas es una falacia descomunal.
Andrés Manuel no sólo está cansado; está rebasado. En cuatro años no cuajó un sólo proyecto cumbre. Patinó en el fango. Estancó al país. Fue acumulando fallas, pifias, yerros. Peor, encubrió a los que había ofrecido llevar a prisión. Enrique Peña Nieto ríe, disfruta la impunidad. Felipe Calderón es el receptor de sus diatribas pero no hay una sola acción legal clara. Y así Ricardo Anaya, Videgaray, Osorio Chong. Rosario Robles volvió a ser libre. Lozoya pronto volverá a las calles y a cenar pato laqueado. Los de los sobornos de Odebrecht la gozan. Hasta Lorenzo Córdova, presidente del Instituto Nacional Electoral, se mofa de Lopez Obrador.
Sin logros, en el quinto año de gobierno vuelve a la andadas. Si no hay resultados, hay simulación. Y si el repudio ciudadano a Andrés Manuel se convierte en marcha, aduciendo la defensa del INE, el rechazo a su reforma electoral porque intenta cooptar y controlar al órgano electoral, la respuesta del mesiánico es marchar… aunque las masas ya no estén.
Y ahí, el domingo 27 de noviembre, se le vio causando pena. Caminó por Paseo de la Reforma, realizando el trayecto al Zócalo en cinco horas, debiendo descansar, haciendo la pausa, y un día después concediendo que esa fue su última marcha, el último show.
El diminuto citó a la grey en el Ángel de la Independencia e inició la procesión. La faramalla incluía la sobada de cuerpo, el abrazo, la selfie, las vibras que produce una divinidad como Andrés Manuel. Vaya, ni Jesús, que es de otro nivel, le enchina la piel a la fanaticada como lo hace López Obrador. Obvio, Jesús es sólo el Hijo del Hombre, pero el mesiánico es el mero Dios.
Hay algo peor que los vacíos en el Zócalo, culmen de la marcha del ardor. Hay algo que inquieta a Andrés Manuel. Sus operadores fallaron. Una jefa de Gobierno y 21 gobernadores con todo el aparato de poder, el erario en sus manos, el transporte, el control, los programas sociales, y no metieron ni 150 mil feligreses.
La que más queda a deber es Miss Corcholata, Claudia Sheinbaum, futura candidata presidencial de Morena. En su territorio, en la sede del obradorismo, en la capital, con millones de seguidores cautivos, sin requerir transportar a nadie de ciudad a ciudad, falló.
Falló también Martí Batres, el que cuenta menos cuando marchan los cretinos y cuenta de más cuando patriarquita dirige a la masa. Si alguien controla ambulantes, locatarios, transportistas, beneficiarios de programas sociales, es él, el amigo del pederasta de la Luz del Mundo.
La contramarcha exhibió odios vivos entre corcholatos. A Marcelo Ebrard le tocó sentirlo literalmente en la piel. Un feligrés de Claudia Sheinbaum le lanzó un escupitajo en el rostro a escasa distancia. La escena hizo recordar cómo se perpetró el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, Aburto disparando a quemarropa porque la masa impidió a la escolta proteger al candidato. Esa vulnerabilidad presagia muerte.
Pobre mesías. Se le perdió un millón de feligreses en la procesión. Le dio el soponcio al propagandista de los 150 millones, Epigmenio Ibarra. Andrés fue incapaz de llenar el Zócalo, lo que era su especialidad, y durmió a todos con el discurso del ahí les voy con la transformación.
Hasta López Obrador sabe que la peregrinación del millón 200 mil fieles es una irrealidad.
Archivo muerto
Macaneando, López Obrador escucha, parlotea y agita el juego de la sucesión en Veracruz. Así cometa mil errores, a Rocío Nahle la cuida. Le quita reflectores. No la descarta. La guarda. De paso, justifica: quien acredita residencia efectiva tiene derecho a aspirar a un cargo. Viene a Veracruz y manda señales sobre la candidatura de Morena. Será por encuesta, y resulta que la secretaria de Energía sigue a la cabeza en la preferencia morenista. Y como todo México sabe, en la encuesta la única opinión que cuenta es la de él. Una pregunta a modo le da al presidente para tirar un trozo de carne al estanque de los tiburones. Y como no se pronunció por Rocío Nahle, hay quienes dan por seguro que la zacatecana ya se cayó. No —dice el mesiánico Peje—, Rocío está dedicada a concluir la construcción de la refinería de Dos Bocas. Y como todos, tendrá que medirse en la encuesta final, que será al inicio de 2024. El problema para los antiNahle es que la segunda opción, el alcalde de Xalapa, Ricardo Ahued, está descartada; el edil dice que no contenderá. Las señales son claras: la línea es la encuesta, donde Nahle lidera, y el requisito de la residencia efectiva, que lo acredita sin mayor dificultad. Nahle habrá de lidiar con su impopularidad y los estragos que le causará el fiasco de la refinería de Dos Bocas, que difícilmente producirá los 340 mil barriles de combustibles para esas fechas, y el apoyo demencial al peor gobernador de la historia de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez. Pero al final será la candidata de Morena. Mientras, López Obrador regresa al tapadismo, cobijando y manteniendo en perfil bajo a la figura que desde el principio escogió… Rogelio Hernández Madrid es el “Señor de los Moches” en la SCT Veracruz. Opera contratos, acuerda en las sombras, se arregla con quien dé más y decide a qué constructor se le otorgan las obras. Por sus manos pasan las dádivas, una práctica que el obradorismo niega de palabra pero en los hechos aplica sin pudor. Mano derecha del director del Centro SCT Veracruz, Martin Ramón Álvarez Fontán, Hernández Madrid actuaba igual que cuando tenía vara alta en la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas del gobierno de Veracruz en tiempos de Gerardo Buganza Salmerón. Testimonios de los contratistas y una carta abierta de empleados de la dependencia, dan cuenta de un cúmulo de trapacerías que suele hacer, que van desde la designación de incondicionales en cargos a lo largo de la entidad hasta la siembra de duartistas en puestos clave. Desde los tiempos de Buganza, Hernández Madrid ya era el “Señor de los Moches”. Ahora es el operador estrella en el Centro SCT Veracruz y el diezmo se cumple a cabalidad, destinando gran parte de la colecta para la causa bugancista. O por lo menos ahí presume el círculo cercano a Hernández Madrid que los diezmos van a parar. ¿Lo sabrá el gobernador Cuitláhuac García? Si no, alguien se lo debería contar… Atado a la reja que da acceso a su hogar, César Soto halló un muñeco de fieltro. Era uno, tipo espantapájaros, de los que suelen usarse en Halloween, festejo de brujos. Pero Halloween fue al finalizar octubre y el muñeco-mensaje amarrado en la reja de la casa del líder municipal del Partido Acción Nacional en Coatzacoalcos apareció el 27 de noviembre, un mes después. Obvio, César Soto se inquietó. “¿Es esto una clase de amenaza o intimidación en mi contra?”, publicó en su cuenta de Facebook. “Pusieron este muñeco en el portón de mi casa. Sepan que no les tengo miedo”. y le llovieron expresiones de solidaridad. Lejos de arredrarlo, el mensaje lo fortaleció. A César Soto, cuya fama pública se nutre de una vida congruente, recta, de compromiso con los que creen en él, de lucha por volver al desarrollo que Coatzacoalcos llegó a tener, el episodio le sirve para confirmar que quienes lo rodean no lo van a dejar. Grave sería que le hubieran arrojado una cabeza de cerdo con amenazas explícitas, como suelen hacer los malandros políticos de aquí… Cada día pierde más adeptos el catolicismo en Coatzacoalcos, pero el obispo Rutilo Muñoz ni se inmuta. Acumula 20 años al frente de la diócesis y el panorama es desolador. Salvo los domingos, en los templos hay más bancas que feligreses, más imágenes de santos que creyentes, más reclinatorios que hombres de fe. El catolicismo de Coatzacoalcos pasó del génesis al éxodo, miles de falsos devotos migrando hacia el protestantismo, un tiempo a la Comunidad de Dios hasta que el crimen del ministro Claudio Martínez devino en un conflicto moral, una disputa por el control de la iglesia y al final la extinción. Otros “católicos” buscaron la nueva Jerusalén entre los hermanos separados y los no tan hermanos pero sí bien separados. Y la curia sin idear cómo retener a la clientela. Veinte años después, la iglesia católica en Coatzacoalcos subsiste literalmente de milagro. Y el obispo Rutilo Muñoz sólo festeja. Para el prelado, no sólo el estado de confort sino el aplauso y el apapacho. Y desfilan por su casa de Lázaro Cárdenas, que es la casa del ex alcalde Marcelo Montiel Montiel, políticos y empresarios, los beatos y los no tan beatos, mientras los templos católicos tienen enormes vacantes, falta de predicación, nula conversión, bancas vacías, unos cuantos tomando comunión, la mayoría sin confesión y una buena parte el pecado mortal. Y mientras el obispo Rutilo brille por su santa ausencia y opte por el festejo de los píos y los impíos, el pueblo de Dios seguirá vagando en el desierto sin hallar la tierra prometida, el nuevo Canaán…
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