Sergio González Levet / Bueno, ya mi amigo experto en comercialización nos explicó cómo el capitalismo de los industriales se convirtió en el capitalismo salvaje de los comerciantes, y de qué manera éstos últimos consideran que lo mejor que pueden hacer es obtener las mayores ganancias posibles por la venta de los productos que hacen llegar a los consumidores, éticas aparte.
En ese contexto, muchos de ellos, los más voraces, que son legión, se la pasan buscando formas de esquilmar lo más posible a sus clientes, y para ese fin contratan a “especialistas financieros”, que se dedican a buscar la forma de exprimir hasta el límite los escuálidos bolsillos de los ciudadanos.
Gracias a técnicas muy desarrolladas y a prácticas totalmente inmorales, personajes como Carlos Slim han conseguido que sus empresas se conviertan en generadoras de súper-plusvalías. No por nada don Carlos llegó a ser el hombre más rico del planeta, sustentado en los cobros astronómicos que hacía en México por los servicios de telefonía fija, telefonía móvil e Internet.
Con los tiempos medidos por el uso de la telefonía y el cobro exagerado del servicio de Internet, cada mexicano terminaba aportando entre 2 mil y 3 mil pesos mensuales a la cuenta del magnate, con lo que llegó a acumular un total de 60 mil millones de dólares de riqueza personal.
Una vez que la Cofece empezó a llamar a cuentas a Telmex, Telcel e Infinitum, y a obligar a que cobraran lo debido, nuestro magnate nacional se desplomó en las listas de Forbes, y ahora se coloca en un modesto lugar número 15, con una fortuna calculada en 73.5 mil millones de dólares (MMD).
Elon Musk (Tesla, 273.5 MMD), George Bezos (Amazon, 194.2 MMD), Bernard Arnault (Louis Vuitton, 177.1 MMD), Bill Gates (Microsoft, 138.3 MMD), Larry Page (Google, 129.5 MMD), Mark Zuckerberg (Facebook, 128.4 MMD) y otros multimillonarios más hasta llegar a 20, concentran prácticamente todo el dinero del mundo.
Entre ellos están, por ejemplo, los herederos de Sam Walton, el fundador de Wal-Mart.
Pero todos ésos riquillos no están contentos con tener casi todo, y están empeñados en conseguirlo todo.
Yo imagino ingenuamente que en un momento dado, una persona se terminará quedando con todo el circulante del mundo, y tendremos que hacer como en el juego del Turista, que para volver a poder jugar se va a necesitar repartir el dinero nuevamente entre todos los participantes, que somos o debiéramos ser los 8 mil millones de mujeres y hombres que poblamos el planeta.
Bueno, prometo mañana terminar con el tema y explicar finalmente qué quise decir con eso de “Cuidado con el cambio”.
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