Jorge Flores Martínez / La democracia en México no es un logro que haya sido sencillo ni una concesión sin más desde el poder. Por el contrario, se trata de una lucha de muchos años y desde muchas trincheras.
Yo tengo 53 años, puedo decir que me tocó vivir una democracia simulada, las elecciones eran una burla absoluta, el votar era un acto simbólico y un ejercicio sarcástico de protesta al mismo tiempo. Se tenía claro que los votos no contaban, lo único que contaba era el que los contaba.
Cuando apenas era un niño, un día mi abuelo me dijo que lo acompañara, yo me levanté de donde estaba jugando y salí con él. Caminamos un poco, llegamos a una casilla de votación, se anunció ante las personas que estaban en la mesa, le dieron una boleta y nos dirigimos a la mampara a votar. Ahí me dio un lapicero, me dio la boleta y me dijo que escribiera Cantiflas. Yo lo hice obedientemente, al salir me dijo que era muy importante votar, era una obligación que teníamos como mexicanos. Al cumplir 18 años lo primero que hice fue registrarme para votar, sabía que era mi responsabilidad votar aunque mi voto no importara.
Después llegó el 88, no puedo olvidar, fue el primer fraude electoral que viví como ciudadano, el clima político del país era intenso, los ciudadanos estábamos cansados de vivir una democracia simulada, ya no queríamos votar y que nuestro voto no contara. Todos esperábamos los resultados en nuestros televisores, salió Manuel Bartlett y anunció, cuando los números no los favorecían, a decir que el sistema se había caído. La sensación de engaño fue terrible, todos sabíamos que algo había pasado, no era el tiempo para la democracia mexicana.
De ahí fueron años de pequeños logros, apenas unas gubernaturas arrancadas al poder, solo unos pequeños pasos, el poder se resistía a ser democrático, la democracia simulada era el legado más logrado y preciado de la Revolución Mexicana. Fue todo muy lento, unas pocas concesiones, pero llegó la credencial para votar con fotografía, el listado nominal de electores y la autonomía del Instituto Federal Electoral.
No podía repetirse ver a Bartlett anunciando cínica y descaradamente el fraude, México no lo resistiría. En 1997 el poder pierde la mayoría en la Cámara de Diputados y pierde el Distrito Federal, se inicia, en mi opinión, la transición democrática mexicana. La presidencia llega en el 2000, los estados experimentan la alternancia en las gubernaturas y en Veracruz es hasta el 2016.
Claro que no es perfecta nuestra democracia, por supuesto que no, pero no podemos olvidar que la que si era perfecta era nuestra dictadura de partido único por mas de 70 años. Las democracias nunca son perfectas, hay que perfeccionarlas todos los días, los ambiciosos de poder y del fraude siempre estarán presentes, sobre todo en una democracia tan joven como la nuestra.
También es cierto que la democracia es un equilibrio muy sutil, requiere que sea frágil, muy frágil, su fortaleza radica en los ciudadanos que la deben cuidar y procurar. Una democracia sin ciudadanos dispuestos a protegerla sucumbirá ante los autócratas que ambicionan el poder.
Por eso marche el pasado domingo, no quiero un México de Barltlets fraudulentos y de partidos únicos que decidan que los votos no cuentan y que solo cuenta el que los cuenta. Yo no quiero un México con una democracia simulada donde, una runfla de despotas, decidan nuestro destino como personas y como nación. Me resisto a dar un paso atrás en nuestra democracia, no permitiré que el legado democrático de todos los mexicanos quede en manos de tiranuelos autócratas.
Llegaron por una democracia que todos construimos, no pueden ni deben creer que tienen el derecho a cambiar las reglas para permanecer para siempre en el poder.
Claro que no es perfecta nuestra democracia, pero no podemos olvidar que la dictadura que intentan imponer si lo será.
El INE no se toca.
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