Un día López Obrador agradece que el entonces presidente Enrique Peña Nieto no se haya metido en las elecciones de 2018 y al rato anda promoviendo una consulta para enjuiciar a los expresidentes, entre ellos Peña Nieto. Otro día el presidente asegura que la Fiscalía General de la República no tiene abierta ninguna investigación en contra del expresidente, pero una vez que se entera de que Peña se está reuniendo con políticos del Grupo Atlacomulco, de inmediato la FGR anuncia que hay una investigación contra el expresidente por enriquecimiento ilícito.
Es por ello que Peña Nieto ha decidido quedarse en España, donde reside desde que iniciara el gobierno de la Cuarta Transformación: «Me planteo residir en España de forma permanente y visitar ocasionalmente México, que es mi patria y amo entrañablemente». Dice el expresidente que también lo hace por respeto al tiempo del presidente López Obrador, y a que piensa «desvincularse de la vida política mexicana».
¡Sí, cómo no! Peña Nieto sabe que en el momento en que se descubra más corrupción en el gobierno de López Obrador, o quizá el día que se le descubran más casas a sus hijos o más sobres a sus hermanos, el presidente va a necesitar un chivo expiatorio, y ese chivo no quiere ser él. Como quien dice: «El miedo no anda en burro».
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