Si el presidente se siente con la conciencia tranquila, está bien para él; haber liberado a un criminal no le quita el sueño. Sin embargo, ese estado moral de su conciencia nos habla de cómo están los estándares morales y éticos del presidente de México. ¿Extraña entonces que después de liberar a Ovidio Guzmán, el hijo del Chapo, haya solapado el conflicto de intereses entre la empresa petrolera Baker Hughes y su hijo José Ramón López Beltrán?
¿Extraña que, a pesar de ser una delincuente electoral, AMLO haya respaldado a la maestra Delfina Gómez como candidata de Morena a la gubernatura del Estado de México? ¿Extraña que su gobierno, vía la Fiscalía General de la República haya indultado a su hermano Pío López Obrador? La verdad, no nos extraña.