Andrés Manuel López Obrador ha topado con pared, ha cavado un hoyo y sin darse cuenta ha quedado atrapado. Las ínfulas con las que se conduce el secretario de Defensa Nacional ante el poder Legislativo dan prueba de que el Ejecutivo federal y el Legislativo han sido rebasados por la Sedena. Ante la negativa del general Luis Cresencio Sandoval de entregar cuentas y explicar las consecuencias del hackeo por parte del grupo Guacamaya, el presidente luce como presa de las fuerzas armadas.
Ante el escrutinio de los mexicanos, el Ejecutivo federal actúa ante los militares como un mayordomo de la casa.
De entrada, la Sedena tiene el presupuesto más alto de todas las instituciones dependientes del Gobierno Federal, tiene bajo su mando la mayoría de las aduanas del país y llevan la batuta en el Tren Maya. De modo que el presidente no tiene otra alternativa más que justificar los excesos de las fuerzas armadas. Al menos en sus mañaneras, el presidente así lo ha demostrado.
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