López Obrador vive en otra realidad, la realidad de sus datos, de su egolatría, de su proyecto construido a base de moches y extorsiones. Vive López Obrador en un universo tipo AIFA, es decir, un aeropuerto inútil e incompleto, como su realidad; una realidad tipo la refinería de Dos Bocas, que ya se inauguró cuando todavía no produce un solo litro de gasolina. Vive López Obrador en una realidad tipo «abrazos, no balazos», en un México donde se libera a capos y se encarcela a los políticos adversarios.
Y es que, pensándolo bien, el presidente López Obrador no oye ladrar los perros, como el joven Ignacio, del cuento de Juan Rulfo, que iba en los hombros de su padre camino a Tonaya. Iba tan fuera de la realidad Ignacio que no oía que los perros ladraban. Ahora el presidente, utilizando una frase falsa del Quijote, dice: «Ladran los perros, Sancho, señal de que avanzamos».
En su conferencia mañanera comentó el presidente sobre el libro El rey del cash: «Estaría yo muy preocupado si no se lanzaran en contra de nosotros, quiere decir que vamos bien». Pero las cosas no van bien, es más, van muy mal, pero López Obrador no escucha eso. López Obrador tiene otros datos, datos que le muestran que su Cuarta Transformación ha sido un rotundo éxito.
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