Excusan maestros y alumnos, que vistieron de falda, que quieren romper estereotipos, que quieren verse incluyentes, diversos; arguyen que la vestimenta no tiene género, y creen que repitiendo esa falacia innumerables veces han de tener razón. No les importa el ridículo pues creen que las críticas a su postura es un precio que deben pagar; el ridículo es el contenido del cáliz que están dispuestos a tomar.
A pesar de eso no aguantan las críticas y se vuelven mordaces con sus críticos o con aquellos que no aplauden su “osadía”. Cursar la universidad ya no se trata de aprender, como en las redes sociales se trata de llamar la atención, de obtener likes, de acumular seguidores, de «romper con los estereotipos». Pero como hemos dicho antes, nada de eso importa, porque la excelencia ya no es una meta a perseguir en la Universidad Veracruzana.