Las generaciones actuales no entenderían la relevancia que en algún momento tuvo Mijail Gorbachov, el último dirigente de la entonces Unión Soviética. Vaya, las generaciones de ahora no entenderían lo que en algún momento fue la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), pues para ellos la potencia antagónica de los Estados Unidos siempre ha sido Rusia. Gorbachov fue el último secretario general del Partido Comunista de la URSS. Previo al desmantelamiento de este conglomerado de naciones, el gobierno de Gorbachov sufrió un golpe de Estado que provocó dos cosas, el debilitamiento del líder que encabezaba la URSS y el fortalecimiento de Boris Yeltsin, entonces presidente de la federación rusa.
Yeltsin fue quien contuvo a los generales golpistas, los enfrentó y restituyó a Mijail Gorbachov en el liderazgo de la Unión Soviética. Pero Gorbachov estuvo ahí ya sólo para seguir las instrucciones de Yeltsin. Es anecdótica esa ocasión en que, reunidos en el Sóviet Supremo, Yeltsin le levantó la voz a Gorbachov y lo instó a tomar medidas contra los golpistas.
El mundo de ahora no se entiende sin Gorbachov, sin la URSS. En 1990, un año antes del golpe de Estado en su contra, Mijail Gorbachov recibió el Premio Nobel de la Paz por su papel en la finalización de la Guerra Fría y la reunificación de Alemania. Este martes 30 de agosto, a los 91 años, Gorbachov muere, y con él se va toda esa época en el que el mundo se dividía en dos bloques, el bloque comunista y el bloque capitalista.
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