No me gusta el socialismo

El Che Guevara capitalizado FOTO: WEB
- en Opinión

Jorge Flores Martínez / No hay forma de convencer con argumento alguno al que está convencido de la bondad moral de una utopía que no tiene sustento en otra cosa que en sus deseos y esperanzas.

Antes de empezar quiero aclarar que el mundo tiene enormes desigualdades que no deberían ser soportables, lo entiendo y tengo claro, pero parto de la premisa que la desigualdad es un resultado más que una causa. El verdadero problema es la pobreza, y siento decirlo, la mejor forma de combatirla es con más libertades y no con un Estado más grande que se encargue de administrarla.

Por supuesto que no toda la izquierda es igual, como en todo, en la variedad está el gusto. Lo mismo sucede en la derecha, hay de todo como en botica. Lo que si es claro es que en sus extremos existen similitudes evidentes y difíciles de negar.

Los extremos suelen habitarlos los fanáticos y desadaptados. Me siento más cómodo en el centro, dónde se puede abrevar de ideas que coincidan con las nuestras y posicionarse en un punto donde el diálogo con el otro no forzosamente desenlace en la radicalización y ruptura.

No me gusta el socialismo por su disposición a no reconocer los fracasos que ha representado la obligatoriedad en su implementación en diversas sociedades. Además, me incomoda la visión colectivista donde el individuo desaparece.

Es posible que lo humano sea más prosaico de lo que creemos o por lo menos sus resultados son mejores que cuando el poder es tan moralista y rígido que se aleja de la misma naturaleza humana al intentar imitar a los ángeles que siempre resultan en un infierno terrenal de muerte y destrucción.

Los mayores crímenes de la humanidad siempre se han motivado imponiendo en el otro ideologías que consideramos incuestionables. Los criminales somos nosotros, los que exaltamos a los predicadores de la pobreza que quieren imitar a los ángeles del cielo y en esa predicación invariablemente nos regalan los verdaderos infiernos en la tierra. Ejemplos de “ángeles” que nos prometen el paraíso en la tierra sobran, Marx, Lenin, Mussolini, Stalin, Mao, Pol Pot, Che Guevara o Hitler, todos y cada uno de ellos ocasionando verdaderas tragedias humanas.

El fascismo es el hermano bastardo del socialismo, los dos exaltan la colectivización de las sociedades y la eliminación del individuo y sus libertades. Además, no hay forma de implementarlos voluntariamente, se requiere de terror, violencia desmedida y polarización de las sociedades entre buenos y malos para poderlo implantar.

Es curioso, pero en cada ocasión que se mencionan los fracasos de la implementación del socialismo no faltan los argumentos que estos ejemplos no lo representan, Cuba, Corea del Norte, la URSS y ahora Venezuela o Nicaragua, no son el verdadero socialismo, son otra cosa, pero nunca socialismo.

Sus ejemplos de socialismo siempre son Dinamarca, Suecia o Noruega, lo que me parece extraño, estos países son economías de libre mercado y propiedad, con derechos humanos, libertades y regímenes democráticos incuestionables que los llevan a gobiernos de izquierda o derecha con el voto. Por el contrario, para mi, estos países representan la mayor evolución de la democracia liberal.

Y es muy sencillo, las democracias liberales persiguen fines prosaicos como la libertad de comercio, de expresión, propiedad o la igualdad ante la ley. Nada sublime ni que nos lleve al éxtasis existencial como construir una sociedad basada en la igualdad económica, la distribución de la riqueza, la eliminación de la iniciativa personal, la cooperación “moral” donde se elimina cualquier compensación al esfuerzo individual como en el socialismo.

Lo prosaico contra lo sublime, lo humano contra el paraíso prometido. De eso se trata todo, el socialismo vende la esperanza del cielo en la tierra y el capitalismo tan solo conceptos prosaicos y casi banales como individuo, libertad o comercio.

Si, soy prosaico, no me gustan los santurrones que prometen el paraíso en la tierra.

Y no, no soy un soñador, los sueños más bellos de unos suelen convertirse en las más terribles pesadillas de los otros.

Por eso soy liberal, demócrata y prosaico.

Y agrego, los predicadores de la pobreza siempre son exaltados por la izquierda intelectual en un inicio, cuando caen en la realidad del terrible error que cometieron, dejan de ser una la exaltación de la izquierda progresista y sin mayores argumentos mas que su dicho, ahora son la escoria más refinada de la derecha rancia y clasista.

Es lo que pasa en nuestro país, ya no les gusta lo que ven y ahora López Obrador es la mayor expresión de la derecha o del neoliberalismo. ¡Por favor! Es la misma incongruencia y falta de rigor intelectual de siempre.

¿Cuándo han criticado la falta de libertades en un pueblo hermano como el cubano?

Nunca.

Pero traen orgullosos su Che Guevara y lloran de emoción cuando a Silvio Rodriguez se le pierde su Unicornio Azul.

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