Como cualquier padre fifí, López Obrador envió a su hijo a estudiar a Inglaterra. Y no sólo eso, sino que encomendó a la embajadora de México en Reino Unido, a Josefa González-Blanco Ortiz-Mena, para que recibiera a su hijo en el aeropuerto, como si el chamaco fuera un dignatario extranjero; bueno, hasta la mochila le tuvo que cargar al muchacho haragán.
Vaya manera de poner por los suelos el servicio exterior mexicano, hacer de una embajadora, una representante de México en el Reino Unido, una simple pilmama; la nana que le debe de cantar una canción de cuna al hijo del presidente para que se quede dormido el angelito. Nuevamente lo repetimos: ¡Viva la pobreza franciscana, abajo el influyentismo! Mañana el argumento del presidente será el mismo: «Son tan viles los conservadores, que se meten hasta con un niño».