El PRI no ha muerto, ha reencarnado en el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), al menos las prácticas que en el pasado hicieron que el PRI se mantuviera más de ocho décadas en el poder han estado presentes en las elecciones para elegir delegados congresistas que tengan voz y voto dentro del partido. Desde acarreos masivos, quema de casillas, compra de votos, coacción a empleados y amenazas han estado presentes.
Estas reñidas votaciones ponen a prueba la unidad y fortaleza del partido de López Obrador, quien se encuentra sumido en una batalla interna por la sucesión presidencial. Por un lado, vemos a una jefa de Gobierno de la Ciudad de México aplaudiendo dicho proceso y, por otro, al coordinador de senadores, Ricardo Monreal, condenado la parcialidad del mismo.
En ese escenario se pudo observar al canciller Marcelo Ebrard afiliándose a Morena, como querido decir «aquí estoy presente, no me den por muerto». Lo cierto es que, con estas prácticas sucias e inmorales, la unidad del partido podría meter en serios problemas al candidato oficial de Morena para el 2024. Ni hablar, el peor enemigo de Morena, es Morena.
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