Si alguna vez el presidente López Obrador lo invita a Palacio Nacional a comer tamales de chipilín, piénselo dos veces. Y es que al presidente ya se le está haciendo costumbre pasar la charola a los asistentes a sus cenas. En febrero de 2020, anunciada ya la rifa del Avión Presidencial por parte de la Lotería Nacional, López Obrador invitó a varios empresarios a una cena en donde obligó, de “manera voluntaria” a que le compraran paquetes completos de boletos de lotería.
Esta vez, en la cena que hace unos días tuvo el presidente con varios empresarios, a los que les dio tamales de chipilín, también les entregó una hoja que decía: “Rifa de ocho macrolotes en playa Espíritu, municipio de Escuinapa, Sinaloa y premios en efectivo de 20, 10 y 5 millones de pesos”. Era una carta compromiso que los invitados debían firmar de manera voluntaria anotando antes la aportación que darían.
Y no se crea que era una aportación de unos cuantos miles, no, la cantidad mínima de aportación “voluntaria” es de 20 millones de pesos; pero si el empresario quiere quedar bien con la Cuarta Transformación, podría aportar hasta 50 millones de pesos o más. Supuestamente la rifa de esos macrolotes es para la construcción de la Presa de Santa María en Sinaloa. Vaya con el presidente López Obrador, utilizando las mismas mañas que los priistas, obligado al “charolazo” para nutrir de recursos las campañas de sus candidatos de Morena.
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