Alberto Calderón P. / En este momento me encuentro leyendo el libro Los gatos sueñan con la física cuántica y los perros con universos paralelos del autor Jorge Blaschke y me vienen a la mente varias ideas sobre la importancia de rescatar en forma textual nuestro pasado personal dice el físico teórico Julian Barbour en su definición del tiempo que en verdad es muy interesante:
El tiempo es una abstracción a la que llegamos a través de los cambios de las cosas. Advierte que cuando medimos el tiempo estamos midiendo distancias, no el concepto del tiempo.
Para ofrecer una explicación de esta idea el físico va más lejos y nos explica de forma objetiva el soporte de su idea cuando nos indica que si medimos el paso del día al seguir al sol desde su salida hasta que desaparece de nuestro entorno y nos cobija la noche, estamos midiendo el tiempo solar, el tiempo de la claridad, de la luz, la distancia que se encuentra entre punto a otro dentro de la bóveda celeste, y en la noche o el tiempo sideral lo que medimos es el tiempo de la oscuridad, del desplazamiento de las estrellas, en realidad en una vuelta del planeta sobre su propio eje.
También menciona: si miramos un reloj de manecillas y queremos medir el tiempo que ha transcurrido desde las doce a las doce y cuarto, en realidad estamos midiendo el ángulo de las manecillas de ese reloj, hemos medido el valor del ángulo del primer cuadrante, en este caso 45º. Si en vez de un cuarto de hora el tiempo hubiera sido de 30 minutos hubiéramos medido media circunferencia.
No medimos el tiempo sino distancias. Barbour insiste que el tiempo no existe y que la única evidencia que tenemos del pasado es nuestra memoria. Ahí estriba la importancia sobre el dejar un testimonio del paso de nosotros en este mundo, pero no como simples espectadores, la idea es hacer de nuestra experiencia de vida una exaltación de los aspectos singulares, de nuestros triunfos, logros, metas, descendencia, el entorno social, físico, en general nuestro tiempo, por eso se hace necesario que ese testimonio se quede plasmado en nuestras memorias personales, para que las nuevas generaciones sepan de sus antepasados, sus sentimientos, sus emociones y todo lo que con ellas conllevó en el tránsito terrenal, por medio de la narrativa personal.
Sólo existe el «ahora», y en el transcurso de la vida existe una sucesión de muchos «ahoras». Incluso cuando pensamos en el pasado, lo realizamos en el presente, en el ahora.
El tiempo es una ilusión, nos encontramos atrapados entre el futuro y el pasado, en un continuo presente. Algo que nos ha venido diciendo la psicología trans- personal. Vivimos el «aquí y ahora», un eterno presente.
El pasado es algo que ya no podemos transformar, cambiar o tocar. Su recuerdo es una experiencia mental del presente. Agregaría que si no se recrea con información textual, se perderá con el tiempo.
El futuro es algo que estamos construyendo en cada instante que transcurre en el presente. Podemos hacer proyecciones a corto y mediano plazo solamente.
La visión de un presente eterno se acentúa cada vez más en los seres humanos, especialmente cuando somos conscientes de nosotros mismos. El presente deja de ser un tiempo, porque no se puede medir, el presente se convierte en un «aquí y ahora», en resumen, en un instante.
Qué opinión le tienen a cada uno de ustedes después de leer la propuesta del físico cuántico Julian Barbour
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