Relata Eloy Garza: «En una mesita entre muchas me topé (como no queriendo), con dos aparentes clientes. Uno dando la espalda a la cámara y otro sentado como en pose. Se trataba de un viejo elegante, pierna cruzada, corbata roja, camisa rosa, tirantes negros, puños sujetos con mancuernillas y manos apretándose el cráneo».
Después de disertar sobre la probabilidad de ser captado por este tipo de herramientas digitales, Eloy Garza concluye: «En el infinito de imágenes que registra el ciberespacio, se me apareció una mesa de bar. Y justo enseguida, en un sillón de cuero, resalta un criminal cómodamente sentado, un gánster elegante, fanfarrón y estrambótico, semanas o meses previos a meterle tres balazos a su esposa, que lo volverá trágicamente célebre hasta ser trending topic en Twitter por dos o tres días seguidos (acaso cuatro en el mejor de los casos). Ironías sangrientas». Así es, «ironías sangrientas».