Cuando gozas de los privilegios del poder ni cuenta te das de las imperfecciones del partido en el que militas. Pero cuando esos privilegios desaparecen, entonces todo te parece irregular, corrupto, antidemocrático. Tal es el caso de John Ackerman, quien mientras tuvo a su esposa Irma Eréndira Sandoval en el gabinete de López Obrador, era uno de los grandes apologistas del presidente y ni le importaba lo que sucedía en Morena, su partido. Pero ahora que Irma Eréndira no está, Ackerman ya le vio jeta de antidemocrático al partido en el que milita.
En la Convención Nacional Morenista, John Ackerman encabezó al grupo disidente que exigió la renuncia de Mario Delgado y de Citlalli Hernández. En conferencia de prensa el académico de la UNAM declaró: «La convocatoria al Tercer Congreso Nacional Ordinario de Morena tiene la clara intención de consolidar el control autoritario de la cúpula del partido y desaparecer a la militancia más digna y congruente que lo construyó». “Militancia digna y congruente”, ¿cuál?, si Morena se llenó de sátrapas.
Dijo John Ackerman que la dirigencia nacional de Morena intenta «atropellar los derechos de los militantes fundadores, acallar la dirigencia y efectuar una purga ideológica al interior del partido». Y como si fuera de un partido de oposición el esposo de Irma Eréndira Sandoval remató: «De consumarse esta treta estaremos experimentando las olimpiadas de la corrupción, el clientelismo y el corporativismo en el seno mismo del partido de la cuarta transformación».
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