Al menos años atrás, los delincuentes respetaban los templos y a los encargados religiosos, sin embargo, hoy no tienen límites, lo mismo pueden matar a un aciano que a un menor de edad. En el colmo del cinismo, los maleantes asisten a fiestas armados, como también se placean por las calles de las comunidades donde han asentado sus reales. Michoacán, Sinaloa, Durango, Guerrero, Zacatecas, Veracruz y ahora Chihuahua, son terreno comanche.
En estos estados diariamente aparecen cuerpos desmembrados; es una realidad que no es muy clara para el gobierno de la 4T. Ese es el gran problema de este gobierno, no hay resultados sólidos que hagan descender las estadísticas fatales de secuestros y muertes en nuestro país. Da la impresión de que el narco le está viniendo como anillo al dedo la estrategia de «abrazos no balazos».