En el cuento “Casa tomada” de Julio Cortázar un ente, que no se especifica su especie, se va apropiando de la casa de unos hermanos que viven una relación aparentemente incestuosa. Empiezan por las habitaciones del fondo, después toman la cocina, hasta que, refugiados en el living, los hermanos escuchan cómo el ente está a punto de tomar la casa entera. Así estamos en México, donde poco a poco, como una plaga que no se combate, el crimen organizado está tomando nuestra casa que es México. ¡Dígame que no! En Chilpancingo, Guerrero los miembros del crimen organizado han dejado sin pollo a la ciudad.
Han matado a los distribuidores, incluso a los dueños de las granjas. No hay pollo en los mercados porque el cártel de Los Ardillos o de Los Tlacos, tienen tomada la ciudad. El gobierno federal lo sabe, y lo único que ha mandado son abrazos, no balazos. En San Cristóbal de las Casas un grupo de más de 50 hombres armados con fusiles de asalto y chaleco antibalas, buscaban tomar el control del Mercado Norte; los pobladores tuvieron que refugiarse en el Walmart.
En Sinaloa, la tierra del Chapo, ya sabemos que el crimen organizado es el que pone retenes. En el bajío el huachicoleo, tan combatido al principio del gobierno de López Obrador, sigue en apogeo, dando ganancias a los miembros del crimen ya los gobiernos de Morena. Ahí la llevan, como en el cuento de Cortázar, el crimen organizado se va apropiando poco a poco de la “casa”.
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