Si el Ejecutivo federal ha tomado malas decisiones, como el haber suspendido la construcción del nuevo aeropuerto de Texcoco o el haberle apostado al petróleo en lugar de invertir en tecnologías que produzcan energías limpias, cómo es posible que siga teniendo un alto índice de popularidad y aceptación. De entrada, sigue capitalizando el rencor que tiene muchos mexicanos que sienten que, con la llegada del tabasqueño, la revolución les está haciendo justicia. La prebenda en forma de pensiones o becas es algo que se les había negado. Creen que las merecen y eso, en su entendedera, sólo lo se ha logrado gracias al apóstol y sumo sacerdote de la bendita 4T.
Esa masa de gente no espera resultados, eso es lo menos que le interesa, son como Esaú, quien vendió a su hermano Jacob su primogenitura por un plato de lentejas. Quieren saciar su hambre sin importarles que el país esté pasando por una inflación que ya supera el 7.2 por ciento. Es cierto que se les ayuda a saciar el hambre, no obstante, ese no es el remedio.
Lo lamentable de todo es que en lugar de fundar y sentar las bases para establecer un verdadero estado de bienestar, se privilegia y refuerza una maquinaria electoral cada vez menos disimulada que reconstruye la vieja política del PRI y pone a las finanzas públicas en una trayectoria demasiado peligrosa. Esa es nuestra realidad en México.
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