*Solo 3 de cada 10 jóvenes acceden a educación superior
Carlos Jesús Rodríguez Rodríguez / SE HA dicho hasta la saciedad que la educación es uno de los factores que más influye en el avance y progreso de las personas y sociedades, ya que además de proveer conocimientos, enriquece la cultura, el espíritu, los valores y todo aquello que nos caracteriza como seres humanos, y por ello es necesaria en todos los sentidos: para alcanzar mejores niveles de bienestar social y de crecimiento económico; para nivelar las desigualdades económicas y sociales; para propiciar la movilidad social de las personas; para acceder a mejores niveles de empleo; para elevar las condiciones culturales de la población; para ampliar las oportunidades de los jóvenes; para vigorizar los valores cívicos y laicos que fortalecen las relaciones de las sociedades; para el avance democrático y el fortalecimiento del Estado de derecho; para el impulso de la ciencia, la tecnología y la innovación. Pero en México, desde que en 2020 el Presidente Andrés Manuel López Obrador dejó en claro que no se necesita muchas preparación para trascender, ya que su promedio para titularse en la UNAM como licenciado en ciencias políticas fue de 7.8 y llegó a la Presidencia, pareciera que ha sido un acicate para que muchos jóvenes sigan su consejo, o peor aún, cuando citó en Agosto del 2021 que las personas que van a estudiar a la Universidad de Harvard o en alguna otra universidad del extranjero son individuos que únicamente van a aprender a robar, o a ayudar a que roben otros para quedarse con las “migajas” del botín. Por ello a los conservadores u opositores a su Gobierno, sobre todo a los que exhiben títulos foráneos los califica de “hipócritas”, pues desde la visión del tabasqueño, se sienten superiores, y en ellos existe una mentalidad elitista, clasista y racista, sentencia el mandatario que ha revelado que a él le costó mucho trabajo concluir sus estudios en la universidad, incluso, le llevó 15 años obtener la titulación, y acaso desearía que los jóvenes sigan su ejemplo: que se conviertan en parásitos universitarios, incluso egresados de universidades “patito” concebidas por él, como las Benito Juárez que no han logrado cumplir con el objetivo para el que fueron creadas, en tanto a las universidades públicas Estatales se les regatea el presupuesto
LO GRAVE es que en México, sólo tres de cada diez jóvenes mexicanos entre 18 y 22 años tuvo acceso a la educación superior durante el ciclo escolar 2020-2021, mientras que las mujeres mejores preparadas académicamente obtiene menor salario que los hombres, según datos de la Secretaria de Educación Pública ofrecidos por el subsecretario de educación superior, Luciano Concheiro, esto a pesar de que en las economías modernas el conocimiento se ha convertido en uno de los factores más importantes de la producción. Las sociedades que más han avanzado en lo económico y en lo social son las que han logrado cimentar su progreso en el conocimiento, tanto el que se transmite con la escolarización, como el que se genera a través de la investigación. De la educación, la ciencia y la innovación tecnológica dependen, cada vez más, la productividad y la competitividad económicas, así como buena parte del desarrollo social y cultural de las naciones.
PERO EN México en la educación superior se ve una realidad desoladora en términos de la desigualdad. En el ciclo escolar 2020-2021 la tasa bruta de educación superior del País fue de 42.3 por ciento, la tasa neta se ubicó en 28.2 por ciento, lo que significa que sólo 3 de cada 10 jóvenes, entre 18 y 22 años, tuvo acceso a la educación superior”. Si lo vemos a la luz de la pandemia respecto al ciclo anterior, en 2020 y 2021 la matrícula total de educación superior de los dos últimos ciclos escolares creció en 111 mil 753 estudiantes, pero con todo y ello, solo 3 de 10 jóvenes tuvieron acceso a educación superior. Las cifras son casi la mitad de incremento de la matrícula de educación superior registrado en 2019-2020 que fue de 225 mil 800 estudiantes. Ahora que si el ingreso se mira desde una perspectiva de género, se puede ver la profundidad de las desigualdades, pues de 18 mujeres que desean ingresar a la educación superior en México sólo entra una, mientras que la relación de hombres es de cada 10 ingresa igualmente 10.
AUN SE recuerda cuando en Octubre de 2021 se anunció con bombo y platillo que en el País había ya 145 universidades del Bienestar Benito Juárez para que los jóvenes que terminan educación media superior puedan realizar estudios superiores. Esos centros están funcionando en los municipios más apartados, pues la idea era apoyar a los jóvenes rurales y que se les garantice el derecho a la educación y al trabajo. En lo que no reparó el Gobierno es que esos jóvenes, a quienes está dirigida la educación superior, deben trabajar para llevar el sustento a sus hogares, ya que muchos, sino es que las mayorías son casados y con familia que mantener. Por si fuera poco, hasta marzo de este año los profesores de las Universidades para el Bienestar Benito Juárez, uno de los planes estrella en el ámbito educativo del presidente Andrés Manuel López Obrador, seguían en pie de guerra, pues muchos habían sido despedidos por esa tendencia al ahorro del Presidente en busca de acumular el dinero para seguir comprando consciencias sociales. Y aunque la protesta la llevaron hasta el Congreso de la Unión, ya que esa instancia aprobó las universidades, ninguno de los diputados de la comisión de Educación de la Cuarta Transformación hizo suyos los legítimos reclamos. Los profesores se quejaban de haber sido “despedidos” sin “decir agua va”, a pesar de las dificultades para trasladarse al lugar donde se ubican las sedes universitarias cuando estuvieron los siete meses iniciales sin cobrar, resistiendo el cambio de planes de estudio que les obligó a trabajar más de 35 horas semanales con el mismo sueldo, incluso recortado, y sosteniendo las prácticas de campo que no se interrumpieron ni en pandemia.
PARA VARIAR, los alumnos, además de quejarse del cambio de reglas en sus ciclos académicos, denuncian la falta de reconocimiento oficial en sus documentos de estudiantes. Y eso comenzó a ocurrir apenas unas semanas después de conocerse el fin del presupuesto para las escuelas a tiempo completo. En ese sentido, en las zonas marginadas las universidades de los pobres se enfrentan al naufragio, aun cuando se trata de un proyecto de la llamada Cuarta Transformación para acercar los estudios superiores a aquellas zonas distantes donde se carece de “medios económicos” para cursarlos, “a quienes no están en condiciones de abandonar a sus familias” para seguir su actividad académica y “a quienes debieron abandonar el sueño de tener una carrera”. Es decir, para aquellos alumnos que soportan “la terrible indiferencia respecto a las condiciones de pobreza, marginación y aislamiento”, según se lee en la página web oficial. En fin, otra más de las muchas “transformaciones” de la Cuarta Simulación. Así las cosas…OPINA [email protected]
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