Como coloquialmente se dice, a Carlos Miguel Aysa, diputado que dejó las filas del PRI para pasarse a Morena con tal de aprobar la reforma energética de López Obrador, lo agarraron de pendejo. Ahí anda en la Cámara de diputados como alma en pena, sin saber dónde sentarse, porque ni modo que se vaya a su curul con los priistas y los de Morena pues tampoco le dan un asiento, porque dicen que apesta a traición; ya sabe usted lo que se dice, quien traiciona una vez, traiciona dos veces.
Tampoco tiene oficina Carlos Miguel Aysa, por lo que no tiene ni donde ir al baño. Ahí tiene que ir a los baños de los intendentes a hacer de sus necesidades. Y lo que es peor, a su padre todavía no le han cumplido su embajada en República Dominicana.
Y es que a Morena no urge cumplirle a este diputado traidor, porque, de todos modos, con su voto o sin su voto, todavía le hubieran faltado más de 55 votos. Y lo que es peor, votos que tenían seguros, votaron en contra.
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