Arturo Reyes Isidoro / Está tan polarizado el país y nos vamos a los extremos que nos dejamos ganar por el fanatismo o por el encono. Soy de los que opina que debe prevalecer la moderación porque ya no debemos ahondar la división que existe ni contribuir a crispar más el ambiente político y social.
El presidente Andrés Manuel López Obrador recibió el domingo el más duro golpe de su sexenio con el rechazo de la oposición a su Reforma Eléctrica, pero cuando se esperaba, al menos en mi caso, una reacción violenta en su conferencia de mañanera, me sorprendió su temple de ayer.
Quiero pensar que o bien hizo lo que recomendaba Gina Domínguez de en situaciones de apuro tomarse toda una jarra de té de tila y aguantar vara, o su médico de cabecera le dio un calmante potente, o bien su esposa (quién más) tan pronto se levantó le puso un bloque de hielo en la cabeza para enfriarlo. Lo cierto es que como recomendaba don Adolfo Ruiz Cortines, tragó sapos sin hacer gestos.
Como debía esperarse, en ningún momento aceptó que el rechazo fuera una derrota para él y su gobierno, y entonces emergió el político de piel muy gruesa, de dinosaurio priista (no debe olvidarse que su origen viene de las cavernas tricolores) que ponderó sensatamente lo ocurrido la noche del domingo.
“Pues yo creo que es un triunfo para la democracia, para demostrar que vivimos en un auténtico Estado de derecho, que no hay un presidente autoritario, que no hay corrupción, que se garantizan las libertades. Yo así lo vería”.
Más allá de nuestras posturas personales, de si estábamos a favor o en contra, de si nos alegramos por el resultado de la votación o nos entristecimos por lo ocurrido, con toda madurez ciudadana debemos ver lo positivo de la acción.
Realista, ya no hace planes a largo plazo; el tiempo se le acaba
Pero el presidente declaró algo más que leído entre líneas nos dice que está muy consciente de que en lo que le resta de su sexenio, dos años y
cinco meses (el mismo lo dijo, porque se nota que lleva bien la cuenta), ya no puede aspirar a mucho, y que ya le queda poco por hacer porque se le agota el tiempo.
Le preguntaron: Presidente, con el aval a la Ley de la Industria Eléctrica y con la eventual aprobación de esta Ley Minera que se votaría en las siguientes horas, ¿usted se da por satisfecho en este tema energético, es decir, ya zanjaría ese tema energético por lo que resta de su administración o todavía cabría la posibilidad de presentar…?
Respondió: No, hay que buscar la forma de que se fortalezca la Comisión Federal, que la nación maneje el petróleo, la industria eléctrica y el litio.
De nuevo: ¿Cuál sería la vía, presidente?
Y él: Lo mismo, tener cada vez más votos, la vía democrática. Quienes vayan a la elección del 24 tienen que plantearlo.
La insistencia: Pero, ¿todavía presentaría otra iniciativa en materia energética en lo que resta de su administración?
Su postura: No, no, no, no…
Otra vez: ¿Dejaría esa tarea para la siguiente administración?
Su respuesta: Sí, sí, que los candidatos o el candidato que surja de nuestro movimiento lo plantee, lo vuelva a plantear. Y lo mismo en el caso del petróleo para cuando termine el sexenio.
El contrapeso al poder fortalece la democracia
Esta vez coincido con él. Definitivamente, más allá del tremendo garrotazo que recibió en la cabeza, por fin, luego de que durante tres años y cuatro meses hizo lo que quiso, la oposición le puso un freno e irrumpió como el contrapeso que debe ser en el ejercicio del poder.
Ese contrapeso es saludable para la vida del país porque fortalece la vida democrática de México, ya que se establecen los equilibrios necesarios que evitan que la balanza esté inclinada de un solo lado.
Dos frases pintan muy bien el talante autoritario de López Obrador: en septiembre de 2006 como candidato presidencial mandó “al diablo” a las instituciones, y apenas el pasado 6 de abril se lanzó contra la Suprema
Corte de Justicia de la Nación expresando que “no me vengan conque la ley es la ley”.
Ese desprecio suyo por la ley y las instituciones no se ha quedado solo en palabras, pues en los hechos prácticamente a diario viola unas y arremete contra las otras con la complicidad y la complacencia de los sumisos senadores y diputados de su partido.
Porque no necesitaba de una mayoría calificada en el Congreso federal pudo sacar adelante su programa de apoyos sociales, sin duda lo mejor de su gobierno, pero también sus caprichos personales: el aeropuerto “Felipe Ángeles”, inaugurado ya pero sin concluirse buena parte, todavía, la refinería de Dos Bocas, muy cuestionada, y el polémico Tren Maya, que está causando severos daños al equilibrio ecológico en la Riviera Maya.
El domingo se vio lo importante y decisivo de que después de perder en forma abrumadora la elección federal de 2018, en la intermedia de 2021 la oposición se recuperara y fortaleciera su presencia en la Cámara de Diputados, en especial el PRI, con lo que recuperó su papel protagónico.
Metieron a AMLO al orden, dentro de la ley, y la oposición le recordó que México es una república representativa y democrática; que el país no puede estar sujeto a la voluntad de un solo hombre, y él sabrá si en adelante no abre el diálogo con la oposición que representa a la minoría del país, pero a la que también se debe tomar en cuenta.
¿Sirvió de algo que “ganaron” la consulta de revocación de mandato?
Apenas hace 19 días, los cuatroteistas celebraban, como si hubieran ganado el Campeonato Mundial de Futbol, el resultado de la consulta de revocación de mandato, un ejercicio en el que no tuvieron oposición, sino que solo se trató de round de sombra propuesto por el presidente para complacerse a sí mismo.
El domingo la oposición acabó con su euforia, si es que todavía les quedaba, y los devolvió a la realidad: no son ni están tan fuertes como pretenden, y el resultado que presumieron lo lograron gracias al abuso que hicieron del poder y de los recursos que tienen, a los excesos a los que llegaron y a la violación, en forma abierta y pública, de todas las normas legales en la materia.
Pero entonces la mayoría del pueblo mexicano les mostró si no su rechazo, sí que no están dispuestos a participar en sus despropósitos: de
una lista nominal de 93 millones de votantes, en números redondos, participaron solo 17 millones, y eso, ya sabemos, muchos asistieron porque los coaccionaron o los amenazaron para que lo hicieran.
El binomio mayoría de ciudadanos-oposición crea un nuevo escenario no solo para efectos políticos sino también para las decisiones de gobierno, y si el presidente quiere salir lo mejor librado en lo que le resta de su mandato tendrá que entrar en diálogo con propios y extraños y consensuar las medidas que tome, y ya no hacer más solo su santa voluntad.
El candidato que venga decidirá
Su declaración de ayer estuvo referida a su política en materia eléctrica. Dejó en manos del candidato que venga plantear una nueva iniciativa. Conocedor del sistema político como pocos, sabe que llegará el momento en que las decisiones dependerán de quién vaya a ser su sucesor, porque el poder se le irá agotando o porque se le habrá agotado.
Por experiencia sé que eso mismo aplicará para el relevo de hombres y mujeres en 2024, que será el próximo candidato, o candidata, quien palomeará los nombres de los próximos candidatos a diputados federales, senadores y a gobernador, porque el presidente le entregará la responsabilidad de decidir con quienes querrá gobernar.
Por eso cuando me entero que entre algunas tribus en Xalapa, del palacio de gobierno o cercanas al círculo del poder, ya se reparten candidaturas, no me queda ninguna duda de que estos no han aprendido ni creo que aprenderán las leyes no escritas y los mecanismos del sistema político mexicano.
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