Edgar Hernández* / July nunca olvidará ese 6 de noviembre hace dos años, en el que su vida cambiaría para siempre.
Ese día, despertó muy temprano. Le urgía ir al vivero ya que Martín, su papá, ya estaba ahí jalando desde las 6, amén de que tenía un pedido de birria para más tarde.
Esa fría mañana, desde Xalapa, a 300 kilómetros de distancia, se emitía la fulminante orden de la Fiscal General de Veracruz, Verónica Hernández Giándans a sus ministeriales: “¡Procedan!”.
Antes, la Fiscal enteró del hecho al gobernador Cuitláhuac García, quien se alzó en júbilo al presumir el esclarecimiento del homicidio de la Rectora de la Universidad de Valladolid, Guadalupe Martínez Aguilar, que hoy se sabe fue un crimen preparado por la propia hermana de la víctima.
Incluso ayer miércoles Guadalupe Fermán, hija de la rectora, en un video (tic-toc) denunció que la autora de la muerte de su madre “fue mi tía”.
“El 28 de julio de 2020, dos hombres armados entraron en mi casa y asesinaron a mi mamá. No se robaron nada, no se llevaron dinero pero sí los teléfonos y su único motivo fue matar a mi mamá. De hecho algunos ya están detenidos”.
La rectora recibió dos tiros, uno en la cabeza y el otro en el tórax, mismos que le provocaron una muerte instantánea.
¿Y la tía?
La tía está libre a pesar de estar comprobado que había tenido serias diferencias de carácter financiero con su hermana que las llevó incluso a escenificar peleas callejeras ya que ambas eran expertas en artes marciales.
Y en toda esta trama “¿Qué tuvo que ver nuestra hija?”, se preguntó Martín, padre de July, aquel 6 de noviembre, al momento de la aprehensión.
Y, peor aún ¿qué tuvo que ver nuestro hijo Enrique, quienes meses después de la detención de July también fue aprehendido y obligado a confesar por un crimen que no cometió?
Para el gobernador Cuitláhuac García, el asunto “July” es, sin embargo, de una simpleza que asombra.
Su caso, “al igual que los de 186 internos que han interpuesto denuncias de torturas ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos, mienten para salir libres a pesar de que son unos delincuentazos”.
“Lo primero que deberían hacer es demostrar que se violaron sus derechos, ya que nosotros no somos ni cómplices, ni nada como lo era el gobierno anterior”, declaró el mandatario el pasado martes.
Como fuera.
Si no enteraron a Cuitláhuac en su momento de la realidad que esconde el crimen o simplemente lo olvidaría por conveniencia o complicidad, para July y su familia la injusticia los marcaría para siempre.
Su vida de jamás sería igual.
Multiviolada por agentes ministeriales, quemada en sus genitales y torturada y asfixiada hasta el borde de la muerte, July a la vuelta de años de prisión, sólo tiene en la memoria que está viviendo la peor de sus pesadillas.
Cada día en prisión regresa a su memoria aquel infausto 6 de noviembre.
En charla con este reportero relata:
“Salí a dejar un pedido de birria para unos clientes que me la solicitaron por teléfono, a través de una videollamada. Todo sería un gancho para detenerme”.
Meses más tarde la Fiscalía celebraría la detención del cómplice de su hermano Alberto Flores, quien al igual que July ni siquiera conocen Veracruz y han buscado demostrar hasta la saciedad que el día del asesinato se encontraban con sus padres trabajando en Xochimilco.
Alberto recibió 57 descargas eléctricas en diferentes partes del cuerpo y torturas múltiples de parte de la policía fiscal, cuyas huellas siguen presentes en su piel, hasta hacerlo confesar que era el cómplice de July.
“Tenemos cinco horas para divertirnos contigo, hijo de tu puta madre, puñetas. Ahorita vas a hablar y si no quieres hablar te vamos a echar a los tiburones, nosotros no nos andamos con rodeos”, le gritaron.
A July siempre le gustó la jardinería, también la comida y de vez en cuando “llevaba un dinerito extra a la casa ruleteando con UBER en un auto Honda blanco, de un tal Everardo Rodríguez Gordillo”.
Madre soltera, su mamá ayudante de una guardería de la que ya corrieron por lo mismo, “la July”, como le dice su hermano, nunca se deprimía porque era pobre.
“Le gustaba cantar. Le gustaba vender flores y siempre fue muy buena para el sazón”.
En las navidades le iba bien con los pedidos y vendían arreglos y compraban juguetes para Reyes y siempre soñó con un día conocer Veracruz, se le cumplió… pero desde Pacho.
En horas de la noche de aquel inolvidable 6 de noviembre del año anterior, once policías ministeriales veracruzanos, entre ellos una mujer, la detuvieron sin leerle sus derechos y a punta de golpes la subieron a un auto para trasladarla a Xalapa.
July sería presentada ante el juez Marco Antonio Rodríguez Lobato, un burócrata en el hartazgo, que sin empacho dispuso como medida cautelar la prisión preventiva bajo el expediente “July #284”, como hoy se le conoce.
Ocho horas duró el viaje de la Ciudad de México a Xalapa donde la llevaron esposada y escoltada por cuatro ministeriales en el camino fue agredida particularmente por uno de ellos a quien le decían el comandante quien le insistía:
“¡No te hagas pendeja y confiesa! Tu mataste a Guadalupe ¿verdad? A lo que seguían los golpes en la cara y jalones de cabello, torceduras de mano y golpes en las costillas.
El tramo a Xalapa se prolongó debido a que pararon en repetidas ocasiones ora para torturarla y sacarle una confesión por escrito, ora para contestar llamadas de la Fiscalía que insistía en conocer la identidad de July y si ya se había declarado confesa.
Producto de las golpizas July se desmayó dos veces.
Lo más terrible de ese viacrucis fue cuando la empezaron a violar vaginalmente con los dedos por el “comandante” y un ministerial de nombre Esaú, todo en presencia de la mujer agente ministerial.
“Luego los toques eléctricos en mis genitales”, reseña en la declaración por la vía de la defensa legal que muestra el “pants” quemado justo en la zona vaginal.
Hubo un momento en que July reclamó al “comandante” si le gustaría que a su madre, su esposa o a sus hijas les hicieran lo mismo “que usted me está haciendo a mí”.
Vuelto loco, “¡Con mi familia no te metas, cabrona!”, el comandante, la golpeó de manera inclemente para posteriormente colocarle una bolsa de plástico en la cabeza hasta que perdió el conocimiento.
“¡Ya te la echaste guey!”, le dijo un ministerial al ver que tras una larga inconsciencia no despertaba por lo que súbitamente detuvieron el vehículo, la bajaron, la recostaron al pie de la carretera para que el “comandante” le diera respiración boca a boca gritando que “¡muerta no nos sirve para nada!”.
A July #284 y a su hermano Alberto, les espera una condena de 30 años por un crimen que no cometieron gracias a la fábrica de culpables que día a día gesta el gobernador Cuitláhuac García en complicidad con la Fiscal, Verónica Hernández Giádans.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
Comentarios