Estos sujetos insulsos que defienden a la señora de las tlayudas, de un ataque que no existe, se envuelven en el lábaro patrio y se lanzan de la almena más alta del Castillo de Chapultepec al tiempo que gritan: «Viva México». Creen que con sus comentarios «empáticos» desnudan su alma dadivosa, misericordiosa, bondadosa. Pero lo único que evidencian es su escasa comprensión del mundo, al tiempo que intentan hacer redención por sus pecados ocultos (su clasismo reprimido).
Vaya, son como los peregrinos a la Basílica que cargan de nopales espinosos su espalda y avanzan de rodillas hasta el altar de la Guadalupana. Un acto de sacrificio público en las redes sociales les da permiso para ser imbéciles todo el año.