Si el presidente sigue con su postura de que la virgen le habla y subestima las evidencias de su fiscal, como lo hizo en su conferencia mañanera, donde le dijo a los periodistas que ni siquiera había escuchado lo audios, seguramente tendrá que cosechar tempestades.
Y es que el Ejecutivo federal debe entender que no se puede hablar de combatir el influyentismo, abuso de poder y la podrida corrupción si se tiene como encargado de impartir justicia a un sujeto que se vale del puesto para su propio beneficio. Al menos en una nación democrática, con una acusación y evidencia como la que refieren los audios, ya estaría de patitas en la calle.