Una reforma que busca a toda costa centralizar el poder. Es cierto que muchas empresas se han ido lisas con contratos leoninos, sin embargo, el monopolizar la energía y dejar fuera la iniciativa privada o condicionarla, tampoco es muy ético que digamos.
Y es que la preocupación que existe entre varios legisladores, es que mientras la tendencia en todo el mundo es abrirse a la inversión pública, en nuestro país se busca cerrar las puertas y sólo abrirlas a los amigos inversionistas que comulguen con la 4T. Y lo que es peor, la energía eléctrica está en manos del impresentable Manuel Bartlett. Son razones suficientes como para no aprobar esta reforma.