Sergio González Levet / Los dirigentes estatales del Partido del Trabajo viven en una paradoja emocional porque no alcanzan a distinguir si son considerados como aliados del partido oficial, Morena, o más bien son tratados como enemigos.
Vicente Aguilar Aguilar se mueve en las arenas movedizas de esa consideración, porque de pronto es visto como gente de casa de parte del gobierno morenista y en una vuelta de tuerca resulta atacado como si fuera un adversario, un neoliberal, un conservador, un fifí, él, que siempre ha sido un personaje enfrascado en la lucha social.
Los petistas pueden pensar que todo se maneja así por la falta de un liderazgo claro dentro de las filas de Morena en Veracruz. De repente el Góber Cuitláhuac les da calorcito y por otro lado algunos de sus co-mandantes les envían gélidas señales en contra.
Una de las piedras de toque ha sido la elección municipal en Jesús Carranza, donde el PT tenía todas las de ganar con su candidato Pasiano Rueda, quien irá nuevamente a la competencia, no obstante que en este momento está en la cárcel, en lo que se considera una jugada de los cuitlahuistas para dejarlo fuera de la posibilidad de participar.
Por la forma en que se ha desempeñado últimamente la dirigencia estatal de Morena respecto de sus aliados históricos del PT, puede colegirse que la alianza no durará mucho tiempo, y que cabe la posibilidad de que estos últimos vayan solos en las elecciones de 2024.
Falta mucha agua por correr bajo el puente, pero algunas actitudes poco amistosas y ventajistas de los morenos han sembrado el resquemor en las filas petistas. No ha habido una ruptura, pero persisten en la sombra una serie de pendientes que se van acumulando en contra de la relación, que alguna vez fue tersa y hasta justa para los aliados menores.
No hay que exagerar mucho para decir que quienes manejan el partido victorioso en la entidad han pecado constantemente de soberbia, y se han confrontado innecesariamente con los partidos de la oposición, lo que ya es un error.
Pero que se enconen en contra de sus aliados se ve como una falta de sensibilidad, de inteligencia política y de estrategia hacia el futuro inmediato.
En el tiempo que falta para las elecciones de 2024, es natural que Morena vaya perdiendo simpatías, como sucede siempre con los partidos gobernantes, y más con los que no han podido demostrar eficiencia y resultados tangibles en bien de la población.
Puede ser que dentro de dos años los cuitlahuistas, vestidos con el manto de su lopezobradorismo servil, no estén tan cómodos en las encuestas reales (no las cuchareadas) y tengan que echar mano de sus alianzas para poder remontar el avance de las simpatías que está ganando la oposición.
Y en esas fechas necesitarán que sus otrora amigos del PT estén cuando menos contentos.
Si no…
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