El Ejecutivo de Veracruz cada vez que alega o se justifica de manera errónea ante la opinión pública, pierde la gran oportunidad de quedarse callado. Si Cuitláhuac García supiera mantenerse en silencio, tenga por seguro que pasarían desapercibidas muchas de sus pifias. Al no dar su opinión sobre algunos temas y si pudiera mantenerse neutral, como gobernador que es, tenga por seguro que se evitaría muchos problemas. Un ejemplo muy claro fue cuando señaló que el senador Ricardo Monreal, aunque no usó su nombre, dijo que había algunos que se atrevían a defender delincuentes.
De ahí en adelante se desató la guerra de declaraciones que hoy conocemos y que llevó a la detención del secretario técnico de la Jucopo del Senado. De igual, como el presidente Andrés Manuel López Obrador lo hace constantemente, pierde la valiosa oportunidad de quedarse callado. Su inquina y crítica contra Carmen Aristegui solo han generado un ambiente de hostilidad y, aunque no lo reconozca, le generan cierta inestabilidad política.
Hoy el gobernador veracruzano, siguiendo las pisadas de su mentor, sale a declarar que «vio más gente en la cola de las tortillas, que en la movilización que hicieron», refriéndose al Movimiento por la Justicia que encabeza el senador Dante Delgado Rannauro. Lo que el hijo del profe Atanasio olvida es que no todo se trata de gente, sino del golpe mediático que representa exhibir a Veracruz como un estado donde se violentan los derechos de los veracruzanos a nivel nacional.
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