Sin embargo, el juez Zúñiga Mendoza determinó que Emilio Lozoya, quien había sido extraditado de España, donde se encontraba escondido, no pudo acreditar no tener intenciones de fugarse. Una vez que el juez mencionó que Lozoya no era digno de confianza, el acusado cambió por completo su semblante.
De haber brindado el beneficio de la libertad condicional, Lozoya hubiera dormido en casita con sus seres queridos, o quizá se hubiera ido al restaurante Hunan a comer un rico pato pequinés. Pero no, al parecer seguirá con la dieta del reclusorio y en mismo camastro de su celda.
