Luis Echeverría Álvarez cumplió 100 años de vida; vive arrinconado en una recámara de lo que fue su residencia. Sobre sus hombros carga la fama de represor y genocida. Como sombra maligna carga con la acusación de haber participada en la masacre de Tlatelolco en el 68. El padre de la guerra sucia en México sólo ve pasar el tiempo, seguramente al verse ante el espejo se asusta de los estragos del tiempo en su persona. Cómo olvidar la férrea persecución contra sus opositores en las décadas de 1950 hasta 1980.
No se puede pasar de largo que Echeverría fue llevado a juicio tras la creación de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp), en el gobierno de Vicente Fox. Fue acusado de participar en la organización de la matanza de estudiantes del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, Ciudad de México, cuando se desempeñaba como secretario de Gobernación del sexenio de Gustavo Díaz Ordaz. Hoy sólo es un fugaz recuerdo en la mente de los mexicanos, seguramente ese es su peor castigo.
Sobre sus hombros también recae la matanza de estudiantes del 10 de junio de 1971, conocida como el Halconazo, en la que un grupo paramilitar, entrenado por el gobierno, atacó una marcha de estudiantes en la Ciudad de México, lo que dejó un saldo no oficial de más de 200 personas muertas. Sólo por esos hechos violentos y por su enfrentamiento contra la clase empresarial, será recordado el siniestro camino de Luis Echeverría Álvarez.
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