Ya no hay duda: cayó bajos los encantos del poder

Cuitláhuac García Jiménez FOTO: FRANCISCO DE LUNA
- en Opinión

Arturo Reyes Isidoro / Nos enfilamos ya hacia el fin de año, estamos a pocos días de la Navidad y mañana comienza el invierno. Se imponen unas vacaciones para todos, un descanso. Ya casi me voy, lector.

Tres años después, iniciando ya el cuarto de su administración, Cuitláhuac García Jiménez da plenas muestras de que, al igual que casi todos sus antecesores, finalmente lo sedujeron los encantos del poder. No resultó diferente.

Todavía está en el cenit del poder político que da el gobierno, aunque ya atravesó el Ecuador hacia arriba y está en el que va hacia abajo. Pero aún es el tiempo de la borrachera del poder y por supuesto que está embriagado y no entiende de razones, salvo sus razones.

Así es el poder político. Así ha sido y, qué duda cabe, así seguirá siendo. Hubo algún momento en que pensé que el joven gobernante sería diferente no por pertenecer a un partido o a un movimiento político que se dicen diferentes, aunque son igualitos o peores que el PRI. Consideré que sus vivencias, su estancia en Europa (en Inglaterra y en Alemania), conocer aquellas culturas, aquellas formas de gobierno, lo habían preparado para una gobernanza de alto nivel, como la de los sistemas de los países democráticos desarrollados, que iba a cambiar a Veracruz y le iba a devolver el papel señero que jugó en la segunda mitad del siglo pasado en el concierto nacional.

Craso error mío creerlo. Lo perdió el poder, se mareó con el poder, perdió el piso. Igual que casi sus antecesores del PRI y uno del PAN hoy se cree único y dueño de la verdad. No hay más verdad que la suya. Solo sus decisiones son las acertadas. Están mal quienes no lo aprueben o lo critican, quienes no piensan como él, quienes no opinan como él. A todos los descalifica. Todo lo ve bueno y bonito, no ejerce la autocrítica y cree que, como un Mesías, aunque más chiquito que su jefe, tuvo y tiene la facultad de ser infalible y que, por eso, los colaboradores a los que escogió son impolutos tirándole a la perfección. Como el Espíritu Santo, se siente Señor y dador de vida… política. Pobres del resto de los mortales no encomendarse a él.

Durante su comparecencia el mes pasado, el secretario de Salud, Roberto Ramos Alor, ante los cuestionamientos que con todo respeto y con argumentos sólidos le hizo la legisladora del PRI Anilú Ingram Vallines, le respondió en forma despectiva y además con términos discriminatorios. La diputada le reviró denunciándolo ante la Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción por el presunto delito de violencia política en razón de género y discriminación. No podía ser de otro modo si ella preside la comisión permanente de Derechos Humanos y Atención a Grupos Vulnerables, grupos entre el que se encuentran las mujeres en Veracruz.

No obstante que Anilú fundamentó y argumentó bien su denuncia, el que la descalificó ahora fue el propio gobernador, quien, sin mencionarla por su nombre, dijo que había actuado porque “necesita muchos reflectores”. Por supuesto, dijo que Ramos Alor es un angelito.

En el caso de la detención arbitraria por parte de policías estatales de seis jóvenes a los que se acusó del delito de ultrajes a la autoridad y se les aplico la llamada “ley garrote”, intervino en su defensa el presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, Ricardo Monreal, tras lo cual un juez federal les concedió un amparo, aunque la jueza de control Saray Sosa legalizó nuevamente la detención, pero aun así los jóvenes obtuvieron su libertad luego de depositar una fuerte fianza.

Molesto porque el juez federal exhibió el abuso y la arbitrariedad de los policías de su gobierno, sin tomar en cuenta que su dictamen se basó en pruebas, cual juez de control el gobernador García Jiménez se lanzó entonces en contra del senador Monreal, al que señaló de defender “delincuentes”. O sea, él juzgó ya y públicamente victimizó a los jóvenes. Considera que en Veracruz él es quién decide qué está bien y qué no. Él y solamente él, y nadie más, aunque pase por encima de otras instancias de otros poderes. En el Estado es inocente quien él diga y es delincuente a quien señale. Es, se cree señor y dueño absoluto de la vida de los veracruzanos.

No ve ahora, no quiere ver, está obnubilado por el poder político que tiene y que ejerce sin control porque no tiene ningún contrapeso en el Congreso local, que sus descalificaciones ahora y los señalamientos y denuncias en contra de integrantes de su gobierno, cualquier día, tan pronto como en el próximo gobierno, aun si su sucesor es de Morena, que creo que lo será, se le van a revertir, lo van a alcanzar. El destino político es impredecible. La historia de Veracruz nos ofrece muchos ejemplos, muchos muy vivos y de plena actualidad.

Así termina el año en Veracruz, con un gobierno en donde todos sus integrantes se dicen y se creen blanquísimas palomas, en donde ya no hay corrupción, ya no hay abuso de las diferentes policías, ya no hay actos de nepotismo, la falta de medicamentos en el sector salud es por culpa de los anteriores gobernadores, todos los que decida el gobierno y los jueces, lastimosamente rastreros, son delincuentes aunque no lo sean, ya no hay abusadores laborales y sexuales en diferentes dependencias, y un largo etcétera. Y el único dueño de la verdad y con autoridad para decir qué está bien y qué está mal, para descalificar y hasta victimizar al veracruzano que se le antoje es el gobernador.

Lector, ya casi me despido en este año de ti. No quise dejar de hacer pública esta reflexión, con la experiencia de haber estado 30 años adentro del gobierno y haber conocido la transformación que sufren los hombres que llegan al poder, sean del partido que sean, del color y las siglas que sean. Algunos se elevan tanto que cuando caen el porrazo que sufren casi los aniquila. Todo es cuestión de tiempo.

Pisaron un callo: Monreal revira con mucha severidad

En forma sorpresiva el senador Ricardo Monreal estuvo de nuevo ayer en el penal de Pacho Viejo y en una transmisión por las redes sociales dio a entender que el gobernador compró pleito ajeno, que se puso el saco, pues en su denuncia púbica nunca se refirió a él sino a la “omisa y mediocre” justicia local, pero aun así lo acusó de estar defendiendo delincuentes.

“No señor Gobernador, yo no defiendo delincuentes, defiendo el Estado de derecho, defiendo los principios constitucionales de presunción de inocencia y debido proceso, defiendo a la gente del autoritarismo y de las vendettas políticas que siempre son injustas”, le respondió.

Le advirtió: “Usted debe de ser cuidadoso con lo que hace y lo que pronuncia porque su investidura no le permite convertirse en juzgador y condenar a ciudadanos que han sido exonerados por un juez federal”.

Su respuesta fue severa. Le recordó-advirtió que concentrar poderes “acerca a la tiranía” al mismo tiempo que informó que ha exhortado ya a la Legislatura local para que deroguen el delito de ultrajes a la autoridad.

Le pidió que se haga “aconsejar de buenas abogadas y abogados que aquí en Veracruz sobran”.

Si bien dijo que la decisión del juez federal Alejandro Quijano, quien amparó a los jóvenes, es “una luz al final del túnel”, insistió en que “lamentablemente” hay cientos de casos más como el de los jóvenes, “mujeres y dirigentes políticos” que “están privados de su libertad aquí en Veracruz”.

Y fue muy claro: no va a aflojar en el tema. Dijo: “lucharé con toda la fuerza política como senador” para que sea derogada “a la brevedad” la “ley garrote” y liberen a los detenidos por ese delito. Sí, pisaron un vidrio.

Te voy a extrañar mañana lector. No redactaré. Voy a consulta con el neumólogo al puerto. Casi estoy seguro que me dará de alta luego de haber padecido Covid-19 y una de sus secuelas la fibrosis pulmonar (ayer pasé la primera prueba: aguanté bien, sin cansarme, casi cuatro horas de intenso movimiento en el taller de salsa de Perla Luna y Ángel Pensado, ¡y a mi edad!). Yo sí tengo motivos para celebrar: que más puedo pedir si Dios me concedió seguir viviendo.

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