Aurelio Contreras Moreno / La situación por la que atraviesa el Centro de Investigación y Docencia Económicas es paradigmática de la ruptura social que se experimenta en otros ámbitos de la vida del país.
La nada velada intención del régimen de la autoproclamada “cuarta transformación” de cancelar la libertad de pensamiento –comenzando por las aulas, donde la misma se construye- se configura en muchas otras actividades de la vida pública en las que se dibuja un mundo en blanco y negro, y donde se fustiga y se persigue a quien comete el “pecado capital” de tener criterio propio, de no aceptar verdades oficiales por consigna y de manifestarlo abiertamente.
Quienes hoy están en el poder y se ufanan de contar con supuestas mayorías –que no lo son tanto, en realidad-, olvidan convenencieramente de dónde vienen, cuál es su origen y lo que tuvieron que enfrentar cuando eran minoría y los aplastaban con el dedo pulgar, cual minúsculos insectos.
Engolosinados por una concentración de poder que nunca llegaron a soñar tener ni de cerca, pierden de vista que eso tiene fecha de caducidad. Desde los imperios más luminosos hasta las tiranías más despiadadas han encontrado su punto de decadencia y extinción. La diferencia es solo cuánto tardan en llegar a ésta. Y a la “4t”, como a cualquier otro régimen, el ocaso le alcanzará más temprano que tarde.
Los gobernantes y políticos hoy encumbrados gracias al cobijo de una figura carismática como la de Andrés Manuel López Obrador, pareciera que creen que esa coyuntura –y su propio líder- durará para siempre y abusan del poder, comenten tantos o más latrocinios que sus antecesores y se comportan como auténticos porros golpeadores. Exactamente como todo aquello que decían que combatían pero que al experimentarlo en carne viva, le han encontrado el “gusto”.
Hostigan, amenazan y, como es notorio, usan la violencia de todo tipo -verbal, laboral, económica, legal y física- contra aquellos que les incomodan, contra quienes les suponen un problema por reclamar un derecho e incluso contra los que simplemente se niegan a adoptar enceguecidos –o bien, perfectamente cooptados- un “credo” político demagogo y mentiroso que impone la cancelación del pensamiento crítico. Claro, salvo que a quien se “critique” sea a los “enemigos” de la supuesta “transformación”.
Por ello les resulta trascendental tomar por asalto a los jóvenes que acuden a los centros de estudio. A los menores, para derrotarles la voluntad de ser algo más que tristes “derechohabientes” de dádivas para las que no hay más requisito que estirar la mano. A los que se preparan para ser profesionistas, imponiéndoles teorías trasnochadas y sistemáticamente derrotadas que no admiten más camino que el que el gobierno todopoderoso decida.
La destrucción de la pluralidad que pretenden de un órgano educativo de excelencia como el CIDE va mucho más allá de ser un caso particular o aislado. Forma parte de una estrategia de control de un régimen autoritario que no tolera más verdad que la suya, que no admite otra historia que la que se acomoda a sus intereses, a sus prejuicios y a sus taras y deshonestidades intelectuales.
Los que hoy celebran los ataques desde las cúpulas del poder y con toda la fuerza del Estado contra las instituciones educativas, contra la prensa libre, contra las asociaciones y organismos de la sociedad civil, contra las y los ciudadanos que rechazan el pensamiento único, la intolerancia y la autocracia populista disfrazada de “izquierda progresista”, mañana serán sus víctimas también.
No falla. Aunque también eso se les “olvidó”.
¿Le llegó la hora a Duarte?
La nueva imputación por desaparición forzada que entre las fiscalías de Veracruz y de la Ciudad de México le notificaron al ex gobernador Javier Duarte de Ochoa sí podría sellar por largos años el cerrojo de su celda, al tratarse de un delito de lesa humanidad.
Parece que los planes de celebrar a los “santos reyes” tendrán que cancelarse.
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