Cuando en el foro de una feria del libro le preguntaron a Antonio Helguera por qué ya no criticaba la figura presidencial, como sí lo hizo en los tiempos de Calderón, Fox y Peña Nieto, el ya fallecido Helguera fue más que claridoso: «¿Por qué voy a criticar a un gobierno con el que estoy de acuerdo?». Y con esta frase fulminó cualquier asomo de periodismo que pudiera tener su trabajo como caricaturista. Fueron muchos los mexicanos que celebraron la llegada de López Obrador al gobierno de México. Lo había intentado en dos ocasiones anteriores; en una le aplicaron un tremendo fraude electoral, en la segunda ocasión perdió por su soberbia. En la tercera ocasión ganó y millones de mexicanos nos pusimos muy contentos.
¿Tres años después seguimos contentos? Pero, ¿estamos contentos porque estamos mejor que con los gobiernos anteriores, o estamos contentos sólo porque nos gobierna AMLO? Debemos de poner los pies en la tierra y ver nuestra realidad, nuestra íntima realidad, no la realidad que el presidente nos dibuja.
Respondamos con honestidad las siguientes preguntas: ¿Nuestros ingresos han aumentado? ¿Tenemos una vida más cómoda que hace tres años? ¿Gozamos de más oportunidades? ¿Nos sentimos más seguros? ¿Cambiamos de modelo de automóvil; compramos por fin un automóvil? ¿Dejamos de pagar renta y estamos en el proyecto de nuestra casa propia? ¿Nuestras deudas han decrecido o han aumentado? ¿Nos alcanza el salario para cubrir todas nuestras necesidades? ¿Nos sobra dinero para poder ahorrar? Estas son las preguntas que debemos contestar en lugar de escuchar y creer en las palabras de un presidente que a estas alturas se atreve a decir: «Si yo no fuera presidente, México sería un caos», ¡¿Y no lo es?!
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