Inés Gómez Mont se dice la agraviada, la inocente, la perseguida de manera injusta. Esta mujer que supo aprovechar los millones de pesos que su marido le daba diariamente para el gasto, quiso que los mexicanos sintieran lástima por ella; quiso hacernos creer que los lujos de los que se rodeó, los regalos que recibió y que dio, eran comprados con dinero lícito. Sin embargo, a la FGR, que tiene bien investigados los movimientos financieros de su esposo, eso no le importó y ya consiguió que la Interpol emitiera una ficha roja de búsqueda.
En más de 190 países, que conforman esta policía internacional, están buscando a Inés Gómez Monto y a Víctor Manuel Álvarez Puga, quienes hicieron grandes negocios con el sistema penitenciario federal, desviando dinero a empresas fantasma, lavando más de 3 mil millones de pesos a sus amigos y cómplices.
Por cierto, en México ya aprehendieron a algunos de los cómplices de Víctor Manuel Álvarez Puga y de Inés Gómez Mont, y ya sabe usted que cualquier delincuente se puede adherir al criterio de oportunidad y convertirse en un soplón, es decir, en un testigo VIP de la FGR, obteniendo los mismos beneficios que le dan a Lozoya. Cualquiera de los detenidos, con tal de salvar la cabeza, echarán tierra sobre la tumba de Gómez Mont y Álvarez Puga.
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